Orellana, un capitán ejemplar
Mientras el globo se eleva entre las chozas comienza a hacerse visible el río más impresionante de la Tierra: el Amazonas. Apenas llegamos a vislumbrar las dos orillas del río. La selva se extiende hasta el horizonte y aunque nuestra preocupación se centra en buscar un lugar donde podamos aterrizar, nos quedamos ensimismados con este paisaje vigoroso, que te llena los ojos y el corazón. Es difícil describir con palabras algo que sólo puede comprenderse con los sentidos. Y no, a pesar de lo que digan algunos amigos, culés o rojiblancos, no me he venido al Amazonas para librarme de su asedio debido al penoso comienzo de temporada del Madrid.
El equipo de Al Filo va a realizar una serie de vuelos, en paramotor y en globo aerostático, uniendo las fuentes del Amazonas desde la confluencia del río Marañón y el Ucayali, hasta la localidad de Francisco de Orellana, en la unión con el río Napo, que es por el que el capitán español descendió en 1541, hasta encontrar la corriente principal del Amazonas. Sería el primero en navegar hasta el Mar del Norte, como era conocido el Atlántico. Volar sobre la selva y el Amazonas es delicado porque si te caes en el agua o en el interior de la selva el rescate es muy difícil. Tratamos de rememorar la vida de este capitán ejemplar, que durante seis años estuvo obsesionado por esta región y en la que vino a morir en 1546.
Cuando partió con Gonzalo de Pizarro para el descubrimiento del país de la Canela y El Dorado, fue Orellana el que se comportó con nobleza. Mientras el cruel hermano de Francisco Pizarro lograba enemistarse con los nativos, Orellana sólo entraba en combate para defenderse. El fraile Carvajal, cronista de aquella aventura, hace especial hincapié en el valor que daba a la palabra, a pesar de ser valiente y hábil con el acero. Orellana volvió a España para contar al emperador Carlos la inmensidad y riqueza de las tierras y el río descubiertos. Pero las guerras de religión en las que el imperio estaba metido (ya íbamos para reserva espiritual de occidente) hacían que la economía fuera un desastre.
Así que el pobre Francisco de Orellana, ejemplo de valor y lealtad, tuvo que pedir un préstamo para montar otra expedición que terminaría en desastre. El capitán ejemplar sería enterrado al pie de un gran árbol, llorado por su joven viuda y sus hombres que le querían. El Amazonas siguió siendo un misterio que, en buena medida, ha llegado hasta nosotros. Por eso, ahora que este paisaje solemne y conmovedor llena mi cabeza, no dejo de acordarme de este descubridor que siempre tuvo fe en la aventura que se propuso y en el valor de la palabra.
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Sebastián Álvaro es director del programa Al Filo de lo imposible de Televisión Española.