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Se acabó. La descomposición del equipo estadounidense de baloncesto se ha consumado definitivamente en estos Juegos de Atenas. Iverson, Marbury, Wade, Boozer, Anthony, Lebron, Okafor, Marion, Stoudemire, Odom, Duncan y Jefferson. Esos son los hombres del nigthmare team, los herederos de la magia del 92 que han despilfarrado la esencia hasta convertir en barro y miseria un baloncesto que pierde enteros a cada minuto.

El estrepitoso debut es aún menos digerible cuando en el banquillo de las barras sin estrellas se encuentra alguien tan competente como Larry Brown. Pero el problema no radica en esta selección. La descomposición comenzó hace mucho, tomó cuerpo en el Mundial de Indianápolis cuando España la dejó sexta en casa y ha terminado de explotar con la derrota frente a Puerto Rico en este debut.

Cuenta Elmer Bennett que se largó a Europa a jugar porque el baloncesto estadounidense se ha convertido en uno que se la juega mientras cuatro miran. La exaltación del atleta, la elevación a iconos mediáticos de jugadores que ni siquiera han pasado por el necesario filtro de la Universidad (¿qué hubiera hecho Dean Smith con gente como Lebron?) y la escasez de sistemas y conceptos tácticos están hundiendo a un baloncesto que hace sólo doce años produjo la mejor selección que ha visto y verá el planeta. Ahora, Estados Unidos (¡¡¡siete puntos en el segundo cuarto!!! ¡¡¡3 de 24 en triples!!!) cae de 19 ante Puerto Rico, el mismo equipo que perdió por 51 frente a España el pasado día 5. De pesadilla e insomnio.