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La historia de la eurocopa (8) | Bélgica-1972

Rudakov y la revancha soviética

Con Kubala al frente de nuestra Selección se afrontó la cuarta edición de la Eurocopa. El hispano-húngaro-eslovaco tenía buen carácter y grandes conocimientos para dirigir a nuestro equipo. Sin embargo, se perdió en Moscú y fuimos incapaces de vencer a los soviéticos en Sevilla. España quedaba fuera de la competición sin superar, por vez primera, la fase clasificatoria.

Bernardo de Salazar
<b>EN SEVILLA.</B> Hacía falta ganar aunque fuese por la mínima. El meta ruso Rudakov lo impidió con una actuación excepcional digna del mejor Yashin. Los soviéticos se tomaron la revancha del 64.

Ladislao Kubala había sido nombrado seleccionador en 1969 y comenzó su carrera de éxitos al frente de nuestro equipo. Como se dijo más tarde, ganaba batalla tras batalla pero al final siempre perdía la guerra como el rey Pirro. Su primera guerra consistía en clasificar a España para la Eurocopa 72. El sorteo dispuso que Irlanda del Norte, Chipre y la Unión Soviética fuesen los rivales.

El 11 de noviembre se ganó a los irlandeses en Sevilla. Fue un debut afortunado con juego y goles (3-0) que tuvo continuación seis meses después en Chipre. En la isla greco-turca hubo momentos en que se soñó con una goleada histórica, pero el desacierto ante la puerta de Eleftheriadis fue asombroso y todo quedó en un 0-2 que valía igualmente para adjudicarse los dos puntos de la victoria.

A finales de mayo se viajó a Moscú. No había las restricciones de once años antes y los 32 previstos del frustrado viaje de 1960 se convirtieron ahora en varios centenares. Más de cien mil espectadores ocupaban todas las localidades del estadio Lenin el 30 de mayo de 1971. Hacía un sol espléndido y el primer tiempo fue soporífero, digno del sesteo de los asistentes. En la segunda parte varió el panorama cuando los soviéticos aprovecharon un defectuoso saque de Iríbar para inaugurar el marcador. Cuatro minutos después doblaban la ventaja a la salida de un córner inexistente. Quedaban siete minutos y los españoles se despertaron. Rexach batió a Rudakov, pero ya era demasiado tarde para dar la vuelta al marcador.

En Sevilla nos jugábamos la continuidad en el torneo, ya que se suponía que los otros dos participantes eran comparsas. La expectación fue desacostumbrada e incluso hubo que habilitar hoteles flotantes en el Guadalquivir. En el Sánchez Pizjuán también se levantaron tribunas metálicas para ampliar su capacidad en algunos miles de espectadores. Pero aquel 27 de octubre, los Kubala-boys no pudieron satisfacer las ilusiones de los aficionados. Amancio, Claramunt, Quino, Quini y Churruca, que formaban nuestra línea atacante, no tuvieron su noche y fueron incapaces de batir al formidable Rudakov. El desencanto fue enorme.

En Granada se goleó a Chipre (7-0), otra victoria pírrica de la era Kubala. El último encuentro no tuvo más que el valor anecdótico de disputarse en Inglaterra. La situación en Irlanda del Norte era muy conflictiva y se consideró peligroso viajar a Belfast. Podía haberse anulado el encuentro pues no tenía trascendencia, pero los irlandeses no quisieron perder la recaudación de la visita española.