Una cura de humildad
Como los precedentes eran buenos y la nómina de calidad se nos disparó la euforia a la hora de calibrar las posibilidades hispanas en Roland Garros y, cuando menos lo esperabámos, ha llegado el palo más sorprendente. Ningún español aparecerá en semifinales en París, algo que no sucedía desde 1999. El único motivo para sonreír nos lo ofrece Vivi Ruano en el dobles femenino con Paola Suárez.
Las lesiones lastraron a Juan Carlos Ferrero (que en los cuatro años anteriores como mínimo había accedido a las semifinales) y ningún español ha sabido ocupar su trono. Carlos Moyá estaba en la pole position para ganar esta carrera pero en plena chicane antes de la recta final se le gripó el coche de manera dolorosa y Coria le atropelló sin contemplaciones.
Lo peor de todo no fue la derrota, si no la manera de producirse. El mallorquín no supo revelarse ante la superioridad del argentino, fue frío, tibio. Los constantes parones por la lluvia debieron afectarle a los biorritmos y asumió su destino inmediato sin ningún tipo de rebeldía. A algunos jugadores españoles les falta músculo competitivo, algo que ahora derrochan en tenis los argentinos y siempre, por poner un ejemplo, los yugoslavos en baloncesto y otras disciplinas. Y con eso se gana en las malas tardes.