Yo digo José Ribagorda

Bilbao: todo a una carta

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Ya no depende de nosotros mismos. En San Mamés, podríamos romper la raquítica racha de victorias fuera de casa y darnos igual. Confiamos nuestra suerte a un incierto juego de azar y de imposibilidades cruzadas. Es la carta de la desesperación a la que nos vemos abocados a jugar tras meses de desatinos, carencias y zozobra. La temporada, a pesar que se cumplen los mínimos al lograr la permanencia, nos deja un sabor más bien amargo a los aficionados del Atlético. Despejada la ilusión óptica de la clasificación europea, que siempre pensé era un premio excesivo para nuestros méritos, nos quedamos desinflados y huérfanos de la grandeza que desde hace ya muchos años nos ha hurtado el destino.

Es la hora pues de ponerse a trabajar. Adivinar las mil y una formas económicas de perfilar un equipo competitivo y tomar, en el banquillo, las resoluciones más favorables para el club. Creo que Manzano, a pesar de sus errores, ha cumplido. Mucho más no podía hacer. Pero, tal vez, sea necesario un revulsivo, un nuevo impulso. Las vacaciones se me antojan cortas, porque hay mucha tarea por delante. El equipo sigue sin estar a la altura que le exige la afición con la que cuenta y su condición de histórico. Ante tan alta responsabilidad todos los esfuerzos van a ser pocos para aupar a la entidad donde se merece. El telón de esta anodina e insulsa temporada está a punto de caer. La suerte está echada.

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