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Para ganar vale cualquiera

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Sigue lloviendo. Desde que Collina señaló el final, no ha parado. Como si ahí arriba compartieran el berrinche. Parece lunes. Las caras no esconden la desgana. Las gaviotas se han escondido. Hay resaca, pero de garrafón. La gente no te mira a los ojos por la calle y en los titulares de los periódicos del kiosco rebosa la palabra "penalti".

Los cafés se toman a solas con el periódico. Las banderas que adornan la ciudad pelean desangeladas con un viento enrabietado. El mar está furioso y los marineros no salen a faenar, como si la pena les impidiera trabajar. El móvil no deja de vomitar mensajes de ánimo llegados de media España. Amigos de los que no sé nada hace tiempo, que se han sentido deportivistas por un ratito utilizándome como excusa.

Hoy he visto llorar emocionado a Castelo, maestro de periodistas, escuchando la carta de Pepe Domingo Castaño. El presi aún tiene encogido el corazón por despedir al Rey sin regalarle un triunfo. Jabo no habrá paseado hoy hasta la Torre de Hércules y los jugadores están fuera de cobertura. Así es el día después en A Coruña y en el Depor. Para celebrar los triunfos vale cualquiera. La derrota se llama Soledad. Aquí es digna, solidaria y breve, que hay trabajo que hacer. No hay tiempo para lamentarse. Nunca llovió que no escampará después. Sobre todo, aquí.