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Por circunstancias de esta vida que nos hemos empeñado vivir, la excelente noticia de dos premios de la Academia de la Televisión para Al filo de lo imposible nos ha cogido recorriendo las fuentes del río Ganges, a los pies de la cordillera del Himalaya en territorio de la India. Para nosotros ha supuesto una enorme alegría, máxime cuando es un premio concedido gracias al voto de los colegas. La verdad es que no podíamos habernos enterado en un lugar más ajeno a las modestas alegrías terrenales, pues todo aquí respira el aliento de lo ultra terreno.

Nos cruzamos con peregrinos y anacoretas sentados junto a las aguas cristalinas y heladas de un torrente que se abre camino entre rocas mientras cientos de pequeñas velas encendidas titilan junto a sus orillas. Algunos de estos peregrinos están afectados por la ceguera de las nieves, pues acaban de regresar del glaciar Baghirati, adonde han ido sin ninguna protección para los ojos. Allí se han bañado en las aguas recién nacidas bajo ese glaciar que son el nacimiento del río Ganges. Caminamos junto a un río singular que da sus primeros pasos. Miles de kilómetros más allá sus aguas acogerán las cenizas de los muertos para conducirlos hacia la Felicidad Eterna, se encuentre donde se encuentre, y lavarán los pecados de los que aún deben seguir aquí luchando cada día. Antes de unirse al Brahmaputra para perderse en el golfo de Bengala, este río de la vida y la muerte se convierte cada día en un camino hacia la divinidad para innumerables devotos. No en vano, el Ganges es el río más sagrado para la religión hindú y sus orillas están salpicadas de lugares de peregrinación donde acudir a purificarse o se iluminan con las hogueras en las que se consumen los cadáveres antes de unirse a la corriente.

Nos encontramos pues en un lugar desde luego singular por lo que supone para millones y millones de personas de religión hinduista. El destino que nos ha traído hasta el nacimiento del Ganges también tiene una íntima relación con el hinduismo. Queremos ascender por la ruta de los japoneses el Shivling, cuya traducción es "el pene de Shiva" (¿se puede decir pene a estas horas?). Shiva reina en el Olimpo de dioses hindúes, pues, no en vano, es considerado por esta religión como el Señor del Universo.

No muy lejos se encuentra otra montaña sagrada, el Nanda Devi, cerrada a los escaladores desde hace décadas. Más allá de las connotaciones religiosas, el Shivling es una montaña que no puede dejar de estremecer a quien la contempla. Resulta tan majestuoso por su desafiante y vertiginosa forma, que tanto recuerda al Cervino en los Alpes, que no es de extrañar que lo hayan considerado como una parte de un dios todopoderoso. Mientras dejamos que la mirada se pierda en sus laderas abismales y nevadas, comprendemos que estamos de enhorabuena. Estar aquí y conocer este universo para luego poder contarlo con imágenes es otro excelente premio.

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Sebastián Álvaro es el director del programa de TVE Al filo de lo imposible.