Yo digo

Siempre lo mismo

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Da igual que sea en un año de doblete, que estemos al límite del descenso o en los umbrales de jugar en Europa. Da igual que ellos jueguen con diez o, incluso, que el siempre decisivo en estos choques, Raúl, tenga o no su día. Da igual que ellos lleguen en el peor momento, que los árbitros nos perjudiquen, algo habitual, o que la fortuna nos deje de ser esquiva, cosa improbable. Es lo mismo, el sino de siempre. La derrota que más duele, la más sonrojante, es la que como un cruel estigma nos inflige el rival de los rivales, sobre todo en el Calderón para que la humillación sea mayor. Nos ganan haciendo un partido penoso lo que hace más triste y patética la derrota de las derrotas. Si no vencimos en un derby que no pasará a la historia, dudo que lo podamos hacer nunca. Lo peor es que les hemos resucitado.

Los malditos tópicos, de los que tanto reniego, han vuelto a evidenciarse. No volveré a revelarme en mucho tiempo ante la connotación de perdedores que tenemos. Lo asumo desde la frustración y la impotencia. Nuestra desgracia comenzó con aquella aciaga tarjeta de Torres. Sin él perdemos la gran parte de nuestras exiguas bazas. De poco me vale, pero ahora me pregunto qué habría pasado si el Niño hubiera encarado la puerta de Casillas en lugar de Jorge. O que a Manzano se le hubieran encendido las luces antes del partido y no en el descanso. Una vez más imaginando lo que hubiera podido ser. Como siempre.

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