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Champions League | Oporto-Deportivo

Arranca la batalla ibérica en Oporto

Portugueses y españoles eluden el papel de favoritos. El Depor alineará el mismo once que apabulló al Milán. Mourinho quiere resolver en O Dragao

Actualizado a
<b>SIN SECRETOS</B>. Jorge Andrade, ex del Oporto, intentará aguar la fiesta de su ex equipo.
JESÚS SANCHO

Llegados a este punto, en el que el éxito parece haber congeniado sólidamente con el divertimento, hay que resaltar un dato significativo. Depurado el fútbol del anabolizante despliegue alemán y del tenebroso balompié parido en Italia, donde la reinvención de Pirlo como mediocentro debe celebrarse como el acontecimiento más ilusionante de los últimos tiempos, resulta noticioso comprobar la irrupción del fútbol sureño. El de nuestro país y el que linda con España al norte de los Pirineos y al oeste del Tajo. Si uno repasa las últimas ediciones de la Champions, descubre un pulso entre el fútbol marcial de Centroeuropa (Bayern de Múnich, Borussia de Dortmund, Bayer Leverkusen) y los del norte de Italia (Inter, Milán y Juventus), equipos más prusianos que latinos, contra el descarado balompié ibérico (Real Madrid, Olympique de Marsella, Barcelona, Valencia...).

El sentido lúdico que destila el despliegue futbolístico de los equipos sureños (tanta preocupación por jugar como por ganar) siempre se entendió en el norte como un defecto en lugar de como una virtud. Pero en esta hora, jugar y ganar no son verbos incompatibles. El Oporto es un ejemplo manifiesto. Dos años sin borrón. La pasada temporada lo ganó todo y ésta sólo ha perdido un partido. Mourinho ha emparentado eficacia y hedonismo, tarea que Javier Irureta lleva cinco temporadas practicando en A Coruña.

Por eso, ésta será una semifinal con el RH ocioso, algo poco frecuente en este fútbol de calculadora y vitaminas. El Oporto es una especie de Valencia envalentonado. Un equipo, en el peor sentido de la palabra para el rival y en la mejor acepción del término para su entrenador. Un grupo en el que el orden y los factores siempre arrojan el mismo producto: ganar divirtiendo. Eso lo adereza con esa herencia tropicalista del fútbol brasileño que invita al buen trato del balón. La columna vertebral la forman Vitor Bahía, Ricardo Carvalho, Costinha y Deco. A su lado florecen dos volantes dinámicos (Maniche y Alenitchev) que zarandean las defensas rivales y un ariete revanchista (Benni McCarthy) que suple la baja de Derlei, brasileño bravucón. Todo por obra y gracia de un tipo que tiene un perro llamado Gullit, lo cual, convendrán conmigo, es una buena tarjeta de presentación. Es Mourinho, aquel Lazarillo de Bobby Robson reconvertido en aristócrata de los banquillos. Modernidad con carácter.

Desconfianza. Enfrente el Deportivo. Tras vapulear al Milán desconfía, como buen gallego, del Oporto. Irureta ha aleccionado a sus pupilos dando más información que nunca sobre el rival y haciendo hincapié en las jugadas a balón parado y en las contras que tanto daño han hecho a Lyon o Manchester. El técnico vasco dispondrá su once de gala, aunque manejó un par de alternativas hasta última hora, pero premiará a los hombres que lograron la machada ante el Milán. El Deportivo es favorito por los méritos contraídos, pero en Riazor están escaldados por los desaires del destino después de perder una Liga que era suya (la del penalti) y de ganar una Copa que era de otro (la del Centenariazo).Hoy se juega al fútbol en tierra ibérica. Toca divertirse. Si ven a Valerón sonreír, es buena señal...