Regalitos y ridículo
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El partido se resolvió con dos regalitos. El primero de Sergio Aragoneses, que hizo una de Tancredo en el primer gol. Y el otro del árbitro, que se comió una falta de Raúl a Aragoneses -¡vaya nochecita, majo- y un orsay en la misma jugada. Dos al precio de una. Son cosas del Madrid, que cuando más lo necesita siempre encuentra ayuditas por las esquinas. La galaxia es la galaxia. Con esto no quiero justificar nada, y menos la derrota, porque lo del Atlético ayer fue patético, esperpéntico. Casi todos se tendrían que poner de rodillas y estar un mes haciendo penitencia, y el primero Manzano, que empezó las jaimitadas con la alineación. Si esto es más simple, majo. A un nueve hay que sustituirle por un delantero centro. Y si no juega Torres hay que poner a Nikolaidis, a Toché o a Arizmendi. Y lo demás son milongas y ganas de suicidarse.
Lo malo no es perder, sino hacer el ridículo. Yo todavía no sé a qué jugaba el equipo cuando el Madrid estaba con once y menos cuando se quedó con diez. Pocas veces se encontrará a un Madrid tan atolondrado y con las manos bajas como anoche cuando Moreno Delgado expulsó a Pavón y el duelo estaba empatado con todo el segundo tiempo por delante.El Madrid estuvo groggy y contra las cuerdas. Y este Atlético sin dirección ni sentido común, le perdonó, no se le tiró al cuello para rematarle y le dejó sobrevivir -vale, también Iker Casillas tuvo su mérito para evitar el descalabro-. Y ya se sabe que al Madrid hay que echarle muchas paletadas de tierra encima, porque si no en cualquier momento puede llegar el balón al área y entonces te pasa lo del fuera de juego, el empujón de Raúl, y ahora a cantarle a Gardel.