Soñadores al poder
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Hace casi diez años narré un Depor-Milán en Riazor. Fue un amistoso montado por Telecinco aprovechando que el dueño de la cadena y del equipo italiano era el mismo. Aquel Milán venía de lograr dos Copas de Europa consecutivas. Actuaba en plan gira, como las estrellas del rock. Ganaron los visitantes de forma injusta. Lendoiro, con esos ojillos avispados, tomó nota de todo y me prometió que algún día jugarían de igual a igual y en competición oficial. Aquello sonaba a bravuconada. Ha pasado una década y los gallegos han crecido tanto que ya no son teloneros de nadie. Posiblemente ayer vimos al nuevo campeón de la Champions. Igual este verano es el Milán el que tiene que invitar al heredero de su corona para jugar un amistoso en San Siro. Estamos cerca de ver la culminación de un sueño labrado a base de astucia y atrevimiento.
Jamás podremos olvidar lo visto ayer. Se derrumban los mitos, los poderosos y, a diferencia de lo que le ocurrió al Madrid en Mónaco, el Milán fue barrido por un equipo sólido y sobrado de argumentos. No sonó la flauta. Irureta, con esa paciencia de franciscano, aporta cada temporada un nuevo detalle de sabiduría. Le costó tiempo ubicar a Valerón. Se tragó los disgustos que le originaba elegir entre Tristán y el uruguayo Pandiani. Entendió que Luque debía jugar siempre y aprovechó su velocidad y su zurda colocándole de extremo. Supo esperar la recuperación de Molina y Manuel Pablo. Apuntaló la defensa con un tal Andrade, que parecía caro cuando Lendoiro pagó dos mil millones de pesetas al Oporto. Ahí está el resultado: un equipo capaz de tumbar al más pintado y erizarnos la piel con una gesta asombrosa.
