Sueños que comienzan
Está comenzando la temporada de expediciones a las cordilleras más altas e importantes de la Tierra. Desde este rincón del AS queremos desear suerte a todos los que ya han partido, o están a punto de hacerlo, y que su sueño se cumpla en la cumbre que han elegido. Con algunos de ellos nos encontraremos a buen seguro, pues Al filo de lo imposible tiene en marcha varias expediciones a muy diversas montañas: Manaslu, Sivling, K2, Gasherbrum III, Gasherbrum IV, Shisha Pangma, entre otras. Es una temporada marcada por ciertos factores extraordinarios, algunos de carácter conmemorativo, como el 50º aniversario de la primera ascensión del K2, posiblemente la montaña que simboliza la máxima aspiración de los alpinistas que escalan grandes montañas. Y también por otros menos agradables, como la inestabilidad política en Pakistán, la influencia de los últimos actos terroristas en Asia Central y la violencia impuesta por la guerrilla maoista en extensas zonas del Himalaya nepalés.
A la prudencia exigible en cada ascensión, se debe unir en este caso el consejo de tener plena conciencia de las condiciones en las que se encuentra esta zona, que de nuevo se aparece en el ojo del huracán. En cuanto al ámbito deportivo, por así decirlo, no está de más recordar algunas ideas básicas que deben regir siempre la cabeza de un buen alpinista. Lo primero es, sin duda, elegir un objetivo al alcance de las propias fuerzas sin depender de otros. En los últimos años, debido a la masificación y a la proliferación de las llamadas expediciones comerciales, he visto muchos casos de grupos que realizan una expedición confiando en el trabajo ajeno (que alguien les coloque las cuerdas fijas, que otros abran huella, que jamás llevan la iniciativa; he llegado a ver a expediciones precarias en material imprescindible para escalar la ruta que pretendían) e incluso comprometiendo la seguridad de otros. Es absolutamente esencial que cada uno sea capaz de velar por su seguridad y tomar sus propias decisiones. Es lo que define a un verdadero alpinista. Nunca hay que rebajar la categoría de la montaña sino ponerse a su altura. Lo segundo es formar un equipo homogéneo y solidario: hay pocos deportes en los que la vida de unos se pongan tanto en manos de sus compañeros.
Es, pues, tiempo de sueños que comienzan. Momentos en los que la ilusión por lo que nos deparará el futuro lo inunda todo. Cuando la vida se vuelve una excitante experiencia al filo de lo imposible. Y, por último, una sugerencia. Que la montaña a la que vamos, sea la que fuere, quede limpia e impoluta como antes de llegar, que apenas queden nuestras huellas que serán borradas por el viento. Para que siga siendo posible la aventura, para seguir demostrando que los montañeros somos uno de los colectivos más comprometidos con la defensa de la naturaleza. Entre otras cosas, porque ahora es más necesario que nunca elevar nuestra voz, para poner de manifiesto tanto silencio cómplice.