Ciclismo y dóping, un goteo insoportable

Ciclismo y dóping, un goteo insoportable

Dicen que el destino no es a dónde vas, sino a dónde vas a parar. Y también que hay dos clases de secretos: los que no vale la pena callar y los que valen tanto la pena que no se pueden callar. Desde hace años, el ciclismo no para de verse reflejado en el turbio espejo del dopaje. Estos días en AS un protagonista directo, Jesús Manzano, relata "su verdad". Si puede probar lo que denuncia, habrá que agradecer este manotazo a una siniestra estructura delictiva. En todo caso, para adquirir el status de Galileo Galilei no basta con ser perseguido: además hay que tener razón. Por diferentes motivos e intereses a Manzano lo van a acechar hasta en el catre.

De su narración se desprende cierto interés en pasar cuentas pero, sobre todo, un amplísimo conocimiento sobre farmacopea. Alarma, preocupa y entristece. Tanto que si se demuestran ciertas las acusaciones, un buen puñado de mal nacidos deberían ser juzgados por atentar contra la salud. Hay quién se ha apresurado en echar estiércol sobre la vida privada del ex corredor. Mal empezamos. Sería deseable e higiénico que los expertos en la perdigonada al bulto se abstuvieran. Las presuntas atrocidades que denuncia Manzano no pueden ser maquilladas con el torpe brochazo de que los ciclistas no son unos drogotas. Claro que no. Ni tampoco refugiarse en la certeza de que el dopaje habita en casi todos los deportes profesionales. Claro que sí. Muchos deportistas en activo optan por jugarse la salud antes que perder la plaza por denunciar estas prácticas. Simple de entender y complejo de comprender. En todo caso y por dignidad, deberían también mantener este "forzado" silencio cuando un ex compañero decide romper la baraja y no ampararse en un cobarde corporativismo. Obviamente no me refiero únicamente al deporte de los pedales.

Las confesiones de Jesús Manzano requieren cautela e investigación; coraje y rigor. La justicia debe llegar hasta el fondo y rápido. El goteo sobre dopaje en el ciclismo resulta ya insoportable. Hace años, parece que "alguien" escogió a este deporte como cabeza de turco para combatir el doping. Además de injustos por discriminatorio respecto a otras modalidades, estos "alguien" atesoran una incompetencia y/o cobardía colosal: siempre paga la víctima, el ciclista. Manzano apunta directamente a un lúgubre y perverso entramado de encubridores, traficantes, inductores, recetas falsas, laboratorios clandestinos y trucos para pasar los controles. El juez deberá dilucidar entre si se trata de la fantasía de un irresponsable o la existencia de un pútrido grupo de indecentes para los que la vida no es más que una lenta corrupción de la persona. Que se joda quién deba. Y bien jodido quede. Entretanto, prudencia y respeto. También para Manzano.