No lo diremos
Que alivio. Dicen que ZP es del Barcelona, así que a partir de ahora el "equipo del gobierno", mejor aún: de los "dos gobiernos", es el Fútbol Club Barcelona. Sin duda las últimas derrotas del Real Madrid han sido indicadoras de esta tendencia que se ha visto confirmada por las urnas. Así que, lo siento por todos mis amigos culés pero todo parece indicar que los del Madrid, a partir de ahora, ya nos podremos tomar el cafelito de la mañana sin que nos lo "endulce" el de siempre con el comentario de siempre: "Así ya se puede, siendo el equipo del gobierno..." Pues ya no, amigo mio; ya no somos el equipo del gobierno, y no veas lo que me alivia. Y tan placentera sensación se acrecienta por la certeza de las muchas cosas que no diremos.
No diremos que el Barça gana (cuando gane) porque se ve favorecido por los árbitros, por la federación y hasta por los hados divinos, que al parecer visten de blanco porque son merengues. No hablaremos de atracos sino de errores arbitrales. No pregonaremos maquiavélicos tejemanejes entre bambalinas ni en despachos enmoquetados para decidir un determinado resultado deportivo. No escrutaremos el palco del Camp Nou como si fuésemos cronistas de sociedad haciendo recuento de cuántos famosos, famosetes, ministros y autoridades de variado pelaje acuden a él. Ni diremos que el presidente del gobierno sólo acude al Bernabéu, una crítica que, por cierto, les resultará bastante sencilla de hacer a los amigos del Espanyol a la hora de contar los representantes de la Generalitat de Cataluña que visitan su palco. Será por los canapés, me imagino. Tampoco haremos portadas en este periódico estoy seguro que el jefe Alfredo Relaño estará de acuerdo de dudoso mal gusto estético, con rodajas de chorizo, por más que el árbitro deje de pitar un penalti al Valencia y, como consecuencia, se pase de un posible empate a una derrota segura. Tampoco convertiremos nuestras derrotas en agravios comparativos con otras autonomías de España, ni los retrasos en las obras públicas en conspiraciones tramadas en los descansos de los partidos en palcos más influyentes que los del Santiago Bernabéu.
Ni recordaremos el número de ligas que otros consiguieron con Franco mientras el Madrid ganaba Copas de Europa, allá cuando "ahí fuera" nos acosaba la aviesa conspiración judeomasónica. En fin, ahora en serio, no se nos olvidará que por mucho que se escriba y el dinero que mueva, el fútbol es un deporte. Y un juego. Que la finalidad no consiste en vencer a cualquier precio, sino en jugar mejor de lo que lo hace el adversario. Que no hay mejor aprendizaje, ni lección más edificante para los jóvenes, que saber ganar y aprender a perder. Que las reglas del juego forman parte sustancial del mismo y que los partidos no consisten batallas entre ciudades, regiones o países, sino tan sólo entre clubes deportivos. Que para desterrar la violencia el primer paso que hay que dar es pedir mesura a los dirigentes deportivos... y a los políticos. Lo dicho: qué alivio.
Sebastián Álvaro es director del programa de TVE Al Filo de lo Imposible