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Conmoción por los atentados en Madrid | Barcelona

Barcelona fue la ciudad del silencio

La ciudadanía hizo suyas las palabras de Maragall: "Hoy somos madrileños"

Tomás Guasch
<b>EL DOLOR AZULGRANA</B>. Directivos, empleados y afi cionados barcelonistas guardaron cinco minutos de silencio solidario con la tragedia que está viviendo la ciudad de Madrid.
CARLOS MIRA

Buenos días. ¿Dónde busco un taxi para el aeropuerto?

Mi jovialidad mañanera le extrañó al personal del hotel Petit Londres, vecino de la Puerta del Sol, donde paré tras las emociones futboleras de la víspera.

-¿Taxi? ¿Usted no sabe lo de los atentados?

No, no lo sabía. Pasaban de las nueve de la mañana. No había puesto la tele. Ni la radio. Ni conectado el teléfono móvil. Ducha rápida. Afeitado rápido. Todo rápido. Como casi siempre.

-Bombas en trenes, hablan ya de 60 personas muertas; pruebe en el metro...

Mis peores fantasmas del atentado de Hipercor, en mi barrio barcelonés de Sant Andreu (21 muertos, uno de ellos mi amiga Mercedes, y 41 heridos), volvieron de golpe. También la matanza de Vic. Los catalanes tenemos experiencia en la materia, sí. Llegué a Sol sin darme cuenta. Una cadena humana me impedía ver la boca del metro. Era gente que hacía cola para donar sangre.

Una parte del servicio estaba interrumpido. Tras veinte minutos de espera nos cambiaron de vía. Necesitaba dos trasbordos, hasta llegar a Barajas, donde tenía cerrado un vuelo a Barcelona. Nadie hablaba. Los vagones iban casi llenos. La gente entraba y salía. Apenas el susurro de un joven argentino, contestando la llamada de su padre, desde allá: "Es horrible, pero estoy bien". Dos jóvenes ingleses con camisetas del Real Madrid, enfilaban el camino de vuelta a casa, mascullando: "¡Incredible, incredible!".

El vuelo IB 2600 salió casi a su hora. A los 50 minutos había tomado tierra en El Prat. Media hora después, el Aero Bus nos dejaba en la Plaza de Cataluña, corazón de la ciudad, de El Corte Inglés, de las palomas, del encuentro diario de emigrantes suramericanos: una plaza bulliciosa siempre.

Ayer no. Ayer Barcelona fue una ciudad silenciosa. Habría el tráfico de costumbre, pero parecía que había menos. Habría la gente de cualquier jueves laborable, pero se movían como fantasmas: ni bocinazos, ni frenazos, ni gritos. Pasaban de las dos de la tarde y parecían las cinco de la madrugada de un día de invierno frío. Ni una sonrisa en el ir y venir de gentes derrotadas. Las conversaciones, a media voz. Todas.

Maragall. En los bares, televisiones y radios desgranaban todos los detalles de la gran tragedia de Madrid. En los clásicos El Café de la Radio y el Bracafé, vecinos a la redacción de AS en Barcelona, se podía oír la respiración de la gente; los sollozos de algunos, las maldiciones de otros, cuando Pasqual Maragall, presidente de la Generalitat, dijo: "A todos los ciudadanos y ciudadanas de Catalunya: hoy somos madrileños".

El Barça se sintió madrileño incluso antes. El Barça dio ayer una inolvidable muestra de grandeza institucional. Nada más conocerse la noticia, empleados y directivos, encabezados por el vicepresidente Ferran Soriano (el resto de la cúpula directiva se encontraba en Glasgow), salieron a la puerta de las oficinas del club y guardaron cinco minutos de emocionado silencio.

La escena se repitió también en Montjuïc, a cargo de empleados, directivos y futbolistas del Espanyol. El presidente Daniel Sánchez Llibre, visiblemente emocionado, habló en representación de su club. El Barça hizo público un comunicado oficial en el que se lee: "El club lamenta profundamente los criminales atentados terroristas que ha vivido esta mañana la ciudad de Madrid y expresa su más sentida condolencia a los familiares de las víctimas. Así se ha trasmitido a la Casa Real, al Gobierno central, a la Comunidad Autónoma y a la alcaldía de Madrid, así como al Real Madrid y al Club Atlético de Madrid. En este sentido, el Barça, así como el Valencia, hemos sugerido a los responsables de la UEFA la suspensión de nuestros partidos de fútbol de esta noche (la de ayer) correspondientes a los octavos de final de esta competición, como muestra de duelo. Las banderas institucionales del club ondean a media asta". La UEFA decidió que Barça y Valencia jugasen.

De luto. Las misas vespertinas en las parroquias del centro de la ciudad estuvieron más concurridas que nunca. Rezos bilingües a la Virgen de Montserrat, al Cristo de Lepanto, a la Merced. Crespones negros en muchos balcones. Todo bajo el silencio. Clubes y agrupaciones suspendían sus actividades. El Joventut de Badalona y todos los demás.

Cinco mil personas se concentraron en la Plaça de Sant Jaume, ante el Ayuntamiento y la Generalitat. Cuentan que un grupo de palomas atravesó la concentración. Y que no volaban: planeaban para no romper el silencio de Barcelona. El silencio del horror y el de la solidaridad. El que unió a todos los españoles en este ya por siempre inolvidable 11-M.