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Regalo de curiosos

Ayer se cumplieron setecientos años del nacimiento de un gran viajero. Quizá del primer viajero que podemos considerar moderno, por cuanto lo que le animó a abandonar su Tánger natal, donde vino al mundo un 25 de febrero de 1304, no fue el afán de comerciar como Marco Polo, o la peregrinación religiosa. Ibn Battuta dejó su tierra con 21 años, en peregrinación a La Meca, y no regresó a ella hasta cumplidos los 46.

En ese tiempo recorrió decenas de miles de kilómetros impulsado por la curiosidad, por el sólo afán de conocer. Llegó hasta el imperio chino y visitó prácticamente todos los países donde triunfaba su religión, el Islam. Sus libros, ‘Regalo de curiosos sobre peregrinas cosas de ciudades y viajes maravillosos’ y ‘A través del Islam’, nos ponen hoy en contacto con un mundo rico y diverso lleno de sorpresas y conocimientos en plena Edad Media.

Ibn Battuta no se limita a hacer una fría descripción de lo que se ha encontrado sino que lo narra con pasión. Aunque, obviamente, comete algunos errores tanto por su afán de adornar lo que cuenta para divertir al lector (ayudado por un amanuense granadino) y porque se vio obligado a recurrir a la memoria, ya que buena parte de sus notas le fueron arrebatadas durante un abordaje pirata en el océano Índico. Son unos libros extraordinarios. Mientras la Europa cristiana vivía un momento de repliegue sobre sí misma, el Islam conocía un momento de plenitud. Era frecuente que sabios y curiosos cosmopolitas viajasen intercambiando conocimientos a través de una tupida red de comunicación, de Al Andalus a China. Ibn Battuta fue un geógrafo sobre el terreno —creando un estilo que luego sería seguido por los mejores: de Humboldt a Reclús, hasta llegar a mi buen amigo Eduardo Martínez de Pisón y muchos otros que ampliaron nuestros conocimientos del planeta y de nosotros mismos— un curioso impenitente que se interesaba por todo: desde la arquitectura a la flora y la fauna, de la agricultura a las formas en las que practicaban astronomía o medicina o la geometría.

Pero no todo era ciencia abstrusa en los viajes del tangerino. Gustaba de la buena vida y los placeres que te puede ofrecer. Viajaba con un nutrido harén y procuraba hacerse amigo de jerarcas y autoridades allí donde llegaba. Pero también le tocó sufrir: asaltos, abordajes, naufragios, detenciones, pestes, tormentas, conspiraciones, revueltas. Fue un viajero, en el sentido más noble de la palabra. Gracias a su astucia y a una porción de buena suerte consiguió salir de esos atolladeros para regresar por fin a su ciudad.

Sorprende que este excepcional personaje sea apenas conocido por nosotros. Baste decir que la primera traducción de alguna de sus obras en nuestro país es de 1984. La tolerancia y el afán de comprender al otro, al que es diferente, al que piensa y cree distinto, es una lección de Ibn Battuta que está plenamente vigente.