Al rico barullo
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Ni frió, ni miedo, ni gaitas. Salió el Madrid enseñando sus armas y en el primer golpe casi tumba al contrario. La sutileza de Zidane no acabó en gol porque el nuevo Ronaldo con leotardos es humano y, a veces, falla. Desde ese momento, como si se tratara de un boxeador que ve venir un KO, el Bayern decidió ir al cuerpo a cuerpo, trabar, empujar, parar como fuera aquello. Y lo consiguió. El problema es que el Madrid se disuelve como un azucarillo en esas distancias cortas. No es que se achante, es que no le sale. Fajarse se faja Beckham, y Salgado, y Figo, pero el resto miran espantados. Lo malo es que los granos se convierten en pérdidas de balón y barullo.
No surtió efecto el café del descanso, si acaso sirvió para recuperar un poco de toque, insuficiente para contrarrestar el empuje germano. Costaba creer que un equipo tan capaz de inventar cosas, se viera metido en esa maraña de faltas, choques y patadas. Por desgracia, los peores fantasmas de anteriores visitas a Alemania se aparecían en el momento clave. En Europa no se puede jugar blandito. O metes el pie con firmeza, o se la lleva el contrario. Los árbitros no sancionan el contacto, por duro que éste sea. Pese a que el fanfarrón Kahn se tomó la atribución de arreglar en parte el desaguisado, no sería malo que sirviera de lección lo ocurrido en el día de ayer.
