Gran arquero, gran persona
Escuché por vez primera el nombre de Máspoli en la voz del gran Matías Prats cuando España y Uruguay empataron en la Copa del Mundo de 1950. Disfruté cuando los charrúas derrotaron a los brasileños con Roque Gastón Máspoli defendiendo el arco uruguayo. Le vi actuar por única vez cuando jugó en Chamartín contra el Real Madrid camino del Mundial suizo. Luego seguí con interés sus pasos como técnico y su llegada a Elche, donde numeró a los ilicitanos al estilo uruguayo, con Iborra de dos y Llompart de tres.
Visité Montevideo con motivo del Centenario de la Asociación Uruguaya y tuve el placer, gracias al historiador Garrido, de cenar con él y sus compañeros supervivientes del Maracanazo. Pasaron las horas sin darnos cuenta. Comentó su debut en Peñarol en 1941, con el vasco Cilaurren como compañero. Sus problemas para hacerse con la titularidad. Las dificultades para acudir a Brasil. El partido con España y la gran final. Les obligaron a acudir al estadio varias horas antes y les pusieron unos colchones en el vestuario para que descansasen. El recinto estaba inacabado y los torcedores cariocas les tiraban petardos para molestarles. Y luego la alegría del gol de Ghiggia y la entrega de la estatuilla alada y la vuelta olímpica en medio de un silencio sepulcral. Fue un portero grande, muy grande y mejor persona.