Un Barça de Champions
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Luis Aragonés, a los que no parecen muy espabilados, los califica como de labio caído y Rijkaard hubiera pasado directamente a formar parte del grupo. Pero, miren por donde, cuando vio las orejas al lobo, cuando estaba haciendo héroe a Van Gaal (también daba el perfil para entrar en el selecto club de amigos de Luis), sacó de la chistera cuatro decisiones sensatas. Y, que se sepa, sin necesidad de que Cruyff violase la zona técnica ni los vestuarios. Si Johan tiene algo que ver, habrá sido desde la clandestinidad, de madrugada, con charlas en casita, con mensajes SMS al móvil de Frank.
El caso es que volvemos a tener un Barça fuerte, capaz de descubrir las vergüenzas del Atlético y las del Valencia. Y si bien lo de Manzano es bastante previsible y la ilusión óptica duró lo que duró, lo de Benítez y su disciplinado ejército era más difícil de pelar. ¿Qué ha cambiado? Estéticamente, poco. Rijkaard sigue con aire de alelado, pero sus jugadores han sacado su cara más agresiva. Partiendo de esa agresividad, que nace en Puyol, Ronaldinho se dedica a esconderla e inventar, Cocu trabaja por tres, a Xavi le da por pensar y Saviola caza lo que puede. Ya no dependen del mal encarado Luis Enrique ni se distraen con el debate sobre Kluivert. Habrá que reconocer que en el cambio también ha influido la serenidad de Laporta.
