Muerte de un héroe
Las flores, las pintadas y los mensajes llenos de admiración y sentimiento se acumulan frente a su casa y al lugar en el que murió: un anodino hotel donde se refugió solo, enfermo, desorientado y lleno de angustia. Amaba la montaña, donde vivió sus momentos más exultantes como gran héroe del deporte. Marco Pantani, como hace unos pocos meses José María Jiménez, ha muerto en soledad y todo parece indicar que derruido a manos de su propio mito, de su imagen, de su pasado glorioso.
Hoy sólo el deporte crea héroes reconocibles por toda la sociedad. Convertimos a los deportistas en espejos en los que nos gusta mirarnos, soñar con sus triunfos, aclamarles en el podio, alabarles en los medios de comunicación. Y cuando ya no pueden más, desterrarlos al desierto frío y oscuro que está más allá de la memoria colectiva. Hay que ser muy fuerte mentalmente para poder sobrellevar esa nueva y dura travesía que se inicia en la existencia de estos héroes cuando, en la plenitud de la vida, deben enfrentarse al hecho de que ya nunca más serán el Chava o El Pirata para pasar a ser José María o Marco.
La libertad individual es, sobre todo, capacidad de elección, incluso si conlleva poner en riesgo la propia vida. Quien se ha enfrentado a una montaña, sobre una bicicleta o con un piolet en la mano, lo sabe muy bien. Probablemente los ciclistas y los alpinistas sean los deportistas que mayor precio, en cuanto desgaste personal, paguen por hacer lo que más les gusta; los que se acercan más al límite. Por tanto, la elección del camino y los medios a utilizar para llegar a la cumbre debe incumbir sólo al propio protagonista. Sin embargo, sabemos que a veces son otros los que deciden por el héroe que sale en las fotos y ocupa minutos y más minutos de televisión y radio. Personas que jamás aparecerán ni conoceremos sus nombres, pero que acaban convirtiendo a su pupilo en un pelele.
Estremece conocer que son capaces de tomar fármacos y substancias de extraño origen y graves efectos secundarios con tal de correr un poco más rápido. Marco y José María se nos aparecen como unas víctimas más de esa necesidad de éxito a toda costa que obliga a ciertos deportistas a forzarse por encima de sus posibilidades. A correr cualquier riesgo con tal de ganar, incluido el de aceptar la tiranía de promotores, sponsors y eso que se denomina como el entorno. Con probabilidad, ellos no fueron conscientes, pero cuando eso ocurre ya no son héroes, pues han perdido su principal valor, el mejor ejemplo que pueden legar a sus seguidores: su control sobre su propia vida. Su libertad. Ejemplos como los de Pantani o el Chava debieran hacernos recapacitar sobre nuestra responsabilidad en su caída a los infiernos y a cerca de qué tipo de héroes queremos aupar a los podios. Al menos esto les debemos a quienes tanto han hecho para que no se nos olvide nuestra capacidad de soñar.