Yo Digo Vicente Carreño

Campeón sin gancho

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Lennox Lewis ha sido un campeón sin gancho, sin carisma, un témpano de hielo en el ring, le faltaban garra y agresividad. Pero se marcha con 38 años, con un historial excepcional y siendo el número uno de los pesos pesados y el campeón del Consejo. Puede presumir de haber vencido a Holyfield -ya en decadencia-, a Mike Tyson -eso sí, al peor Tyson de la historia-, a Vitali Klitschko -ayudado por una herida en la ceja- y a Hasim Rahman -aunque éste le había vencido antes.

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Su punto débil siempre fue la mandíbula, que Oliver McCall dejó al descubierto cuando le noqueó en 1994. Le faltaba corazón de guerrero, pero le sobraban inteligencia, y técnica, y habilidad para dormir las peleas, para llevar los combates a su terreno, para acumular puntos. Su derecha larga era un obús, un golpe con el que se sentía capaz de poner en la lona a cualquiera. Su boxeo era demasiado ortodoxo y europeo para los rings norteamericanos, por lo que casi siempre ha sido mirado con menosprecio.

Lennox ha tenido el mérito de mantenerse muchos años entre la élite de los grandes pesos, una élite venida a menos -a mí el que más me gusta es Roy Jones, que llegó al peso pesado desde categorías inferiores y que escoge muy bien a sus rivales, pero que es un auténtico campeón-. Ahora Lewis tenía que darle la revancha a Vitaly Klistchko, pero ha preferido quitarse los guantes. No pasará a la historia del boxeo como uno de los grandes de la categoría, porque ha estado muy lejos de Muhammad Ali, o Joe Frazier, o el Mike Tyson de finales de los ochenta. Pero devolvió el cinturón de los pesados a Gran Bretaña cien años después.

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