Solidaridad en el asfalto
Circula estos días por Internet una petición de ayuda que lanza un muchacho al que le han roto la vida sobre el asfalto. El pasado domingo 11 de enero, Antonio Rayo y su novia Iris Castrillón iban en su moto de gran cilindrada por la A-6 en dirección a A Coruña. A la altura del kilómetro 46 fueron golpeados por un coche negro, que los rebasó por la derecha. Iris, de 21 años, falleció allí mismo mientras que Antonio sufrió diversas heridas. Según se comenta en los periódicos que se hicieron eco del trágico suceso, algunos testigos afirmaron que venían "picados" y el coche hizo una maniobra imprudente que, a la postre, resultó asesina.
Y lo que es aún más terrible, no se detuvo a preocuparse por lo que había provocado o a echar una mano a los heridos. Según cuenta en su e-mail Antonio, se trata de un Renault Laguna negro con las letras C N en su matrícula. Antonio solicita que si alguien vio algo más o sabe algo sobre quién puede ser el desalmado conductor se ponga en contacto con él o con los responsables policiales para que pueda dar cuentas ante la justicia de su incalificable comportamiento. Aunque lo cierto es que se me ocurren multitud de calificativos para su actitud y ninguno positivo.
Ante tragedias como la de Antonio cabe preguntarse en qué clase de sociedad nos estamos convirtiendo. Cómo es posible que baste una carcasa de acero para convertirnos en salvajes irracionales que sólo vemos en los demás que van por la carretera a enemigos o piezas a cazar en esta guerra que se libra en el asfalto y donde los moteros somos sin duda los más débiles.
Con qué clase de amputados emocionales convivimos en esta sociedad, que son capaces de dejar tiradas en la carretera a personas heridas para evitarse alguna pregunta engorrosa. Se buscan muchos culpables para explicar la tremenda sangría que produce diariamente el tráfico, y sin duda los hay y muy claros, entre los que se encontraría unas autoridades que sitúa radares en tramos rectos con evidente voluntad recaudadora.
O aquellos responsables municipales que hacen la vista gorda en el tema del uso del casco en las motos frente a una acusadora realidad estadística que nos dice que de casi ochocientos muertos sobre una moto al año, más de la mitad no llevaban casco. Seguro que éste puede ser un tema interesante para debatir en la próxima campaña electoral y que quizás interese mucho más que otros sobre identidades y diferencias y excursiones poco lúcidas. En Francia o Alemania ya ocupa un lugar central en el debate social y parece que los resultados comienzan a ser esperanzadores.
Pero también cada uno de nosotros tenemos la obligación de reflexionar y sacar conclusiones sobre nuestra actitud al volante o a los mandos de una moto. El caso de Iris y Antonio es una muestra trágica y extrema de insolidaridad que nos debe estremecer a todos. Y sobre todo nos debe hacer reaccionar, porque nos puede ir la vida en ello. Antonio se lo podrá confirmar.