Yo digo José Ribagorda

El fútbol se envilece

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Sí me irrita siempre que mi equipo pierda, pero la derrota se me hace especialmente dolorosa cuando viene propiciada por las malas artes del adversario. El Sevilla desplegó el pasado miércoles en el Vicente Calderón todo un catálogo de marrullerías, impropias de un equipo que nunca debe dejar de tener la consideración de deportivo. Conscientes de la ventaja que traían de Sevilla, su principal interés estuvo puesto a lo largo de los noventa minutos en desquiciarnos y en practicar un antiestético anti-fútbol, que tuvo en Pablo Alfaro a uno de sus principales exponentes.

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El defensa central del Sevilla no tuvo ningún reparo en desvirgar al novel Toché en su debut con el primer equipo. Y digo desvirgar, en el sentido más literal, pues han sido sonadas sus malintencionadas incursiones en el trasero de nuestra joven promesa. Todos sabemos que el fútbol es un deporte viril, de contacto, de fuerza. También de imaginación, de picardía, de oportunismo y, sobre todo, de nobleza. Por eso mismo, las malintencionadas artes de Pablo Alfaro en el encuentro del miércoles merecen la peor de las consideraciones.

Me dolió, pues, que el Sevilla nos ganará con tan antideportivas maneras. Pero tampoco quiero trasladar al lector la imagen de rencor y rabia por una derrota que nos hemos ganado a pulso, tras el desastroso 4-0 que sufrimos en el partido de ida del Sánchez Pizjuán. Al menos, el tremendo desaguisado táctico de Gregorio Manzano, esas rotaciones del todo a la nada con las que nos hemos autoeliminado de la Copa del Rey, espero que hayan servido para solventar las carencias que teníamos en la portería y a la vez para constatar las enormes posibilidades de la cantera, ya que el delantero de nuestro filial, Toché, no lo hizo nada mal, a pesar de los abusos sexuales con los que el futbolista perdió su virginidad en Primera.

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