Bálsamo Valencia

Está claro que hay un antes y un después del partido de Copa con el Valencia. Se han puesto las pilas. Ese día, el Madrid dio por finalizadas las vacaciones de Navidad, que han durado dos semanas más de lo previsto. Así lo ha entendido el aficionado, al que ayer todo le parecía bien. Disfrutaba igual con el novato Mejía (si yo fuera Pavón estaría preocupado) que con Solari. Es curioso el caso del argentino. Tiene el perfil perfecto de jugador del Madrid. Educadito, luchador, nunca protesta, suplente ejemplar y polivalente. Pese a todas esas virtudes, el Bernabéu no le suele premiar con su cariño como hace con otros. Pero ayer era distinto. Ni una mala cara, ni un gesto de desaprobación. ¡Lo que hace una victoria ante un rival directo! La Copa, tan despreciada por muchos, ha puesto en la rampa de lanzamiento a un equipo que había perdido el hábito de pelear cada balón como si fuera el último.

Y cuando esa comunión existe, el jugador lo nota. Al punto que tienen tiempo para fajarse en la pelea y para pasárselo bomba. Celebrado fue el tirón de moflete de Figo a Ronaldo. Con ese gesto parece que la plantilla ha asumido también las bromas sobre la corpulencia del brasileño. Guti y el resto se morían de la risa. El fondo de la cuestión es que había clavado un gol que se ve pocas veces. Un latigazo así sorprende a los propios compañeros. Sirvió también el partido para comprobar que no por jugar con muchos delanteros tienes garantizado el gol. Benito Floro arriesgó como nunca y no dio sensación de peligro hasta el final del partido. La guinda a tanta comunión la puso Beckham. Además de ser un buen futbolista, es muy listo. Se ha dado cuenta que cuando guerrea el público brama.