Mi derecho a saber

El derecho al honor que tienen los personajes públicos limita también con el que reconoce tanto la Constitución como la Declaración Universal de los Derechos Humanos a los ciudadanos a recibir información, entendiendo por tal el poder enterarse de lo que pasa en una actividad que, por las causas que sea, trascienda de la esfera de lo privado para convertirse en interés general. Algo tan sencillo, si utilizamos el lenguaje futbolístico, como que los directivos de la FEF entiendan que la mejor defensa es un buen ataque, siempre, claro, que se tengan argumentos para ello.

Su obcecación por no salir del área ante las reiteradas denuncias de corrupción y sus maniobras dilatorias en juicios de calado menor, como el que Padrón perdió ayer, no sólo conculcan mi derecho a saber lo que realmente sucede, sino que levanta sobre ellos una sombra de sospecha. Más vale que dejen de dar trabajo a los jueces y empiecen a explicarse, no sea que algún un día el larguero se les caiga encima.