Ronie y Marilyn

Ronie y Marilyn

En el Madrid deben estar cruzando los dedos para que Brasil no se clasifique para los Juegos (14-29 de agosto), pues de hacerlo, Ronaldo y Roberto Carlos se perderían la gira asioamericana (de Pekín a Chicago) y verían alterada su preparación. Expuesto así, suena duro, fríamente empresarial. Es normal que los muchachos quieran ganar el oro, uno de los pocos títulos que les faltan. Y es igualmente normal que ambos quieran disfrutar del ambiente de la Villa Olímpica, fantástica concentración de testosterona, tan fantástica que hasta podría adelgazar a los más intrépidos.

El afán secreto del club es lícito (ellos pagan), pero dudamos que la prematura eliminación de Brasil (ha perdido contra Argentina y hoy se la juega contra Chile) favoreciera el orden y el recogimiento de los chicos. Ignoro donde aguardan más tentaciones, si en Pekín, en Chicago o en Atenas. Y tampoco está claro que pone más en forma, si descansar o bailar sevillanas.

Los clubes han mimado tanto a los futbolistas que cualquier medida coercitiva (ya sea real o soñada) suena a pataleta paternalista. Se regalan tantas cosas a las estrellas que sólo queda amarlas y hacerlas felices, dulcemente resignados, como los duques que forraban de diamantes a las vedettes. Ronie no es muy diferente a Marilyn. Ella no se aprendía un texto y él no es de mucho correr. Pero eso no es nada cuando se encienden los focos.