Entrevista Benito Floro
"Insisto: un saque de banda puede decidir un partido"
Torrent, Denia, Gandía, Alzira, Ontinyent, Olímpic de Xàtiva, Villarreal, Albacete, Real Madrid, Albacete, Sporting, Kobe (Japón), Monterrey (México) y Villarreal, segunda etapa. Estos son los 14 poderes de Benito Floro, que esta tarde amenaza con su equipo la tranquilidad de Mestalla. La pasada temporada ganaron por 0-2. Catorce clubes, catorce millones de batallas. Porque el tiempo pasa, Floro...
Excepcional año el de 2003 para ustedes, el Villarreal.
Buenísimo. Eliminamos el riesgo del descenso, el club ganó su primer título europeo, la Intertoto, nos metimos en la Copa UEFA, incorporamos gente del fútbol base al primer equipo, estamos vivos en las tres competiciones y, además, con una reduccción en el coste de la plantilla de unos tres millones de euros, según explicó el otro día al presidente. Es para sentirnos satisfechos.
Con usted Riquelme va pareciéndose al de Boca. ¿Dónde está el secreto? Le animo yo: lo primero y fundamental, alejarle de Van Gaal.
Es más complejo, seguramente. El ambiente que rodea al Villarreal no es el que rodea al Barcelona. La recepción del entrenador de allí no fue la de de aquí: al de allí le llevaron a Riquelme; el de aquí lo pidió. El jugador quería jugar y gustar... Todo eso influye en que, efectivamente, Riquelme sea distinto al de Barcelona para mejor.
¿Dónde sitúa usted a Román en la Liga española?
Entre los indiscutibles. Tiene calidad, fundamentalmente táctica, sabe pararse donde debe, es técnicamente bueno, tiene buena salida, buen pase y finalización.
¿Lo ve compatible con Ronaldinho?
Jamás veré incompatibles a dos buenos futbolistas.
¡Olé, mi Benito! Lo sorprendente es que a los malos, pasotas y demás no se les discute lo que a los buenos. Nadie quemó el Camp Nou cuando se juntaron Bogarde y Zenden, ni tampoco nadie lo quemará pidiendo que junten a Riquelme y Ronaldinho.
Será porque despiertan una mayor expectación y se habla más de si están mejor o peor. No sé...
A usted, en lo íntimo, tener al Villarreal quinto empatado con Osasuna, que está en Champions, ¿le supone también una reivindicación?
No, para nada. Vivo un momento agradable; conozco mi oficio y sé que cuando la cosas funcionan hay que vivirlas a tope. Pero nada más. Tampoco creo que tenga nada que reivindicar: ni ante mí ni ante nadie.
¿No se acuerda del Madrid?
Pues claro que me acuerdo. Y de todos los equipos a los que he entrenado; en cuanto acaba nuestro partido pregunto qué ha hecho el Albacete.
¿Al Madrid llegó muy joven?
No sé si hubiera llegado ahora; el tren pasó entonces y disfruté del viaje hasta que me dejaron. Fue muy feliz, un día se acabó y la verdad es que no pienso en ello.
¿Qué le faltó para echar raíces?
El momento madridista que me tocó vivir era social y económicamente complicado, pero la actitud del equipo fue positiva siempre. El primer año no ganamos la Liga, pero sí los otros dos títulos, Copa y Supercopa. Y debemos admitir que el gran rival, el Barcelona, por supuesto, fue el más fuerte de su historia moderna. En el segundo año me despidieron a dos puntos de ellos, que volvieron a ser campeones.
¿Qué porción de su carrera maltrató aquel infausto arbitraje de Gracia Redondo en Tenerife?
El de los tres penaltis...
Tres.
No fue el único mal arbitraje que padeció el Madrid aquella temporada. Hubo más, y al año siguiente, igual. La relación entre el presidente de entonces (el desaparecido Ramón Mendoza) y ciertos estamentos del poder futbolístico no era nada buena, y sí, al Madrid se le pasaron al cobro varias facturas por ello.
El Barça de Núñez había amaestrado a Villar y su entorno arbitral, mientras el Madrid andaba a gorrazos con ellos. Si los arbitrajes de Gracia y García de Loza en las Ligas de Tenerife los sufre el Barça, lleva diez años exiliado a la Liga de Andorra. Tras sofocar la III Guerra Mundial, desde luego.
¡Ja, ja! Bueno... Yo me refiero a lo que viví desde el banquillo, las sensaciones que todos tuvimos.
Le preguntaba por Gracia Redondo.
Lo superé, está en el pasado... No sé qué hubiera sido de mi vida si volvemos como campeones desde la Isla. ¡Hay entrenadores que se van después de haber ganado dos Ligas o estando de líderes! El pasado no me atormenta.
¿Y cómo se plantea el futuro?
Día a día. No sueño, no pido más que tener salud y seguir disfrutando de lo que hago.
¿El éxito del Villarreal sorprende a la propia empresa?
En el club hay un permanente deseo de crecimiento, pero yo tengo los pies en el suelo. Todo va muy bien, pero vienen dos meses decisivos. Si salimos bien de ellos... ¿La Champions? No me la planteo, me equivocaría si lo hiciera.
¿Quién ficha tan bien en su club?
Yo no, yo sólo aconsejo. Ficha José Manuel Llaneza, el secretario técnico.
¿Es lo ideal? Que fiche el secretario técnico, digo.
Pienso que sí. Los entrenadores somos aves de paso; no se debe hacer una plantilla en función del entrenador. Otra cosa sería si la cultura de nuestros clubes pasara por darnos continuidad, pero como no es el caso... Mejor que fiche el que permanecerá más tiempo, en sintonía con el técnico, a ser posible. El Villarreal no ha dado la baja a nadie que a mí me interesara ni ha fichado un solo futbolista que yo no haya pedido.
La pregunta de 2003 trasladada a 2004: ¿al Madrid le hace falta un central?
Me parece bien lo que están haciendo. Si se tratara de fichar a Beckenbauer o a Koeman, un tipo que mereciera de verdad la pena invertir mucho dinero, pues bien. Pero para traer a uno que a lo sumo será un poco mejor de lo que tienen en casa, ¿para qué? Me parece bien la apuesta del Madrid por los jugadores de su cantera.
Quién le iba a decir a usted hace trece años, cuando dejó aquel Villarreal modesto, que iba a vivir esta segunda parte.
Estábamos en Segunda B, casi ascendimos, y preparábamos para el año siguiente el gran salto. Pero nos tuvimos que marchar y lo que tenía pensado para aquel Villarreal lo hice en el Albacete. ¡Ocho jugadores de La Plana me llevé conmigo al Carlos Belmonte! Corbalán, Sancho, Oliver, Rodri, Quique, Manolo, Patri... Y durante la temporada había pensado traerme cuatro a Villarreal desde el Albacete. Vamos, que estaba cantado.
La que se armó alrededor de aquel Queso Mecánico, ¿eh? De usted se dijo que había reinventado el fútbol más o menos.
Yo no trabajo más que mis colegas. Me gusta que mi equipo sepa a qué juega, eso sí.
Y largar le gustaba. Más antes que ahora, le diría. Aquella charla suya sobre la importancia del saque de banda en el juego ofensivo...
Aquello fue una incorrección por parte de quien quiso ridiculizar una clase de pedagogía en el curso nacional de entrenadores. Nos podemos burlar de muchas cosas, pero no de un hecho pedagógico. Y, además, un saque de banda puede decidir un partido, insisto. Entre el 50 y el 60 por ciento de los goles nacen de un saque de banda en los tres cuartos del campo, por la desatención. Al fútbol se juega con los pies, y eso supone que es una práctica más difícil que hacerlo con la mano. Si estás atento, es difícil que el rival te sorprenda... con los pies. El peligro fundamental está en las jugadas a balón parado, al contrario que en el baloncesto, cuyos goles, las canastas, llegan fundamentalmente tras ataques bien elaborados. En fútbol, los goles que llegan tras jugadas de ataque son los menos. En nuestro deporte el juego se arma desde atrás, y por eso la gente juega al contraataque.
Impresionante.
Hablaba usted de aquel Albacete, y la verdad es que se dijeron cosas sobre nuestro trabajo que no tuvieron que ver con la realidad. Lo del psicólogo, por ejemplo. Antes que nosotros lo hizo Vicente Miera en la Selección y en el Sporting, con el desaparecido Jesús García Barrero. Pero como el Alba creció y creció la gente se acercó a ver qué era aquello, dónde estaba la piedra filosofal... y la verdad es que no había nada raro, especial. Había trabajo y alegría. Y la calidad de gente como Zalazar o Menéndez. Chocaba, claro, que el 60 por ciento de los jugadores que ascendieron desde Segunda jugaron en Primera, ¡y un 40 por ciento venía de Tercera División! Eso se destacó mucho.
O sea, que no fue usted un revolucionario. Ni el Madrid mató al Che de los banquillos...
¡Ja, ja! No, mire usted, si yo tengo un mérito es que quiero que mis equipos jueguen bien siempre. Apuesto por el buen juego, sinceramente. Podrá usted encontrar quien le diga que no soy un buen entrenador, pero difícilmente dará con uno que le diga que ordeno salir a dar pelotazos, a romper el partido, a no ganar. Todo eso me ha permitido acostarme con la conciencia tranquila y ganar en campos grandes como el del Barcelona.
Amén.