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El pasado lunes el gran protagonista de muchas conversaciones en torno al cafelito de buena mañana fue un gesto y no un gol, lo cual no deja de ser una estimulante novedad. Claro que ¡menudo gesto! ¡qué manera de controlar el balón y pasarlo para que Ronaldo se apuntase otro gol más! Este obra sublime la interpretó un auténtico maestro y especialista en gestos: Zidane. He leído que Zidane les da mucha importancia; hasta el punto de jerarquizar sus goles, o los de otros, por la secuencia de movimientos que los gestaron. Le gusta coleccionarlos, rememorarlos, compartirlos en una charla.

Vivimos tiempos resultadistas en los que da lo mismo cómo se consiguen las cosas y un gol de churro, ya sea en el campo de fútbol o en la arena política, vale lo mismo que una obra de arte plena de ingenio, habilidad y riesgo. Sin embargo, convendrán conmigo que son los gestos los que marcan la diferencia y un gol de churro es una porquería de gol, se meta donde se meta. Reivindiquemos, pues, los gestos. Para cuándo un gesto de sincero y público agradecimiento para con aquellos brigadistas internacionales que dejaron su hogar para dejar la vida en y por un país y una gente a la que ni siquiera conocían.

Cabe preguntarse la cara que se les pondría viendo a nuestros políticos que ni siquiera son capaces de tener un gesto de solidaridad con la provincia o autonomía de al lado. Por eso yo propondría a mis conciudadanos de la comunidad madrileña que siguiésemos teniendo el gesto de no quejarnos, ni pedir nada a cambio, por ser los que más aportamos al necesario re equilibrio interterritorial.

¿Cómo podría tener el estómago, como le ocurre a algún buen amigo nacionalista, de estar ayudando a niños que sufren en países como Pakistán, Tíbet o Nepal y sin embargo no quererlo hacer con gente de Extremadura? Y, cambiando de tema, no estaría de más en estas fiestas, recordar los gestos inciviles de los que aparcan en doble fila durante horas.

Seguro que reaccionarían ante un buen gesto, como por ejemplo, hacerles pintar a mano el carril-bus para que no se olviden de su necesaria existencia. Un gesto de honestidad se hace cada vez más urgente por parte de ciertos jugadores de fútbol y políticos en demasía aficionados al piscinazo seguido de lastimeras muecas en busca de un resultado que son incapaces de alcanzar con buen juego.

No estaría de más que algunos contertulios y algunos de los conductores de estas tertulias, habituales pontífices sobre lo divino y lo humano, tuvieran un gesto, sólo uno; por ejemplo que se grabaran algunas de las múltiples predicciones que hacen y luego comprueben si acertaron. Y si ya, en plena fiesta de gestos, ven que se han equivocado cinco veces seguidas, que pidan perdón a los oyentes. Desde luego tiene razón el jugador del Real Madrid Zinedine Zidane: Ah, los gestos qué importantes son.