Colapso en Melbourne
La imagen del colapso (postración repentina de las fuerzas vitales, según el diccionario de Julio Casares) vivido por Juan Carlos Ferrero en el Rod Laver Arena de Melbourne me recordó la célebre de un Carlos Sainz desolado cuando a 500 metros de la meta se le paró el coche y perdió su tercer título mundial. Fue aquel día del tristemente famoso "trata de arrancarlo, Carlos". El viernes, cuando parecía tener bien encaminado su partido con el satánico Hewitt, a Ferrero se le paró el motor y fue entonces cuando Jordi Arrese intentaba animarle: "Trata de arrancar, Juan Carlos".
Al margen de la sinusitis con la que llegó a Australia, Ferrero se quedó sin batería porque su temporada ha sido extenuante. El valenciano jugó ayer el partido número 87 del presente ejercicio, mientras que Hewitt, por poner el ejemplo que tenía enfrente, sólo ha disputado 47. Las fuerzas le aguantaron tres horas (el partido duró 3 h. y 49 m.), tiempo en el que el tenis estuvo de su lado. Pero sin frescura de piernas no se puede jugar el tenis, y menos en hierba.
Ahora, con un segundo aliento, puede vencer a Philippoussis, al que pesará el repaso que le dio Moyá y el miedo al fracaso (Federer le dio otro baño en semifinales) frenará su brazo de ironman. La Davis se puede decidir en el quinto partido y ahí tenemos a Charly. Hay que ser optimistas.