Yo digo Vicente Carreño

Un día para pateadores

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Este Atlético de Manzano es un equipo de toque, futbolistas técnicos, gente a la que le gusta jugar sobre tapices verdes. En Valladolid no se podía salir de esmoquin, sino con botas katiuskas para no escurrirse. Charcos y barro, y el balón que se paraba en cualquier lado, y allí sólo valía balonazo va y balonazo viene, y encontronazos, y poco control, y fuerza pura. Y la manija en el Atlético la llevaba primero Jorge, escuela canaria, un cerebro dado a la filigrana y al espectáculo. Y después Ibagaza, puro argentino, un tipo que conduce el balón hasta la puerta de su casa. Y ayer el Nuevo Zorrilla no estaba para conducir nada, sino para dar patadas a seguir -Wilkinson hubiera estado en su elemento-. No era un partido para estilistas -a Novo tampoco le debe de gustar nadar, porque no apareció- sino para pateadores. Ibagaza y Jorge son alérgicos al pelotazo. No podía ser su día.

El Valladolid lo entendió todo mejor: el agua, y el fútbol y el partido. Y se puso a remar y a remar, con Makukula haciendo un derroche de potencia y poderío. Casi todos se escurrían menos él, que allanaba el campo al correr como una apisonadora. Así que la racha de victorias de Manzano se estrelló con el tanque Makukula y se ahogó en los charcos. Y eso a pesar de que el Atlético se adelantó con una exquisitez de Musampa. Fue un espejismo. Makukula estaba delante, pletórico, arrollador, intratable. Y el Valladolid siempre supo nadar mejor. Encima si sumamos que el Mono echó una manita en el segundo gol y que Ortiz se fue a la calle por una entrada inocente antes de acabar el primer tiempo, todo se explica. Demasiados contratiempos, demasiada agua, demasiado Makukula y demasiado esmoquin.

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