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Sueño para la Antártida

Con permiso de las todopoderosas tormentas que aquí rigen nuestro destino, pronto emprenderemos la travesía de regreso a casa que nos lleve, en una primera etapa, de las Georgias del Sur hasta las islas Malvinas. Por estos mismos días otros compatriotas surcan este océano rumbo a las bases españolas en las islas antárticas de Livingston y Decepción. Son 48 científicos, once de ellos de otros países, y miembros del Ejército de Tierra, que integran la Campaña Antártica Española de 2003-2004. Un año más, nuestra ciencia hace del universo antártico un singular laboratorio donde estudiar biología, geodesia, vulcanología, oceanografía o glaciología. De momento, parece lejano el día en el que tengamos una base en pleno continente austral, como la que ya poseen Rusia, USA, Francia, Inglaterra, Nueva Zelanda, India, Italia, o Argentina, entre otros países. Ojalá pronto los españoles también podamos asomarnos a ese continente inmenso para maravillarnos con el último lugar salvaje del planeta que aún nos transmite fascinación. Que, como escribió Conrad, aún nos puede descubrir cosas de nosotros que desconocemos.

Explorar y estudiar en la Antártida se debe parecer mucho a lo que hacen los científicos y astronautas que habitan la Estación Espacial Internacional. Unos y otros se enfrentan a lo desconocido y al desafío de seguir explorando la multitud de posibilidades de conocimiento que encierran unos territorios tan fascinantes como inhóspitos. Pero además, la Antártida se ha convertido en un ejemplo luminoso de que otro mundo es posible. Así por ejemplo, gracias al Acuerdo de Madrid, se han logrado detener las ambiciones territoriales de países como Chile, Argentina o Gran Bretaña por debajo del paralelo 60º, preservando la Antártida como un territorio libre de fronteras y abierto a toda la humanidad. Ese mismo Acuerdo ha sancionado también la necesidad de abordar de modo conjunto y multinacional los problemas medioambientales que aquejan al continente austral.

Desde luego son grandes triunfos, pero la importancia para todo el planeta de la Antártida nos obliga a ser más ambiciosos. A seguir soñando con que, por ejemplo, muy pronto el continente blanco, la península antártica, y las islas subantárticas del arco de Scotia —que engloba las islas Georgias, las Sandwich, las Orcadas y las Shetland— se sumen para conformar el primer gran parque mundial de la historia de la Humanidad. La gestión de ese futuro parque debiera recaer en un organismo internacional cuya principal misión fuese preservarlo de ambiciones espurias, al tiempo que facilitase la labor de científicos, aventureros y un turismo no agresivo. La Antártida simboliza la utopía de mirar por encima de nuestras fronteras, lejos de nacionalismos provincianos, para conseguir sociedades cada vez más mestizas y justas. Es el sueño de conseguir que por fin seamos conscientes de que nuestro hogar es todo el planeta.