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El infierno de Belgrado

Aquel 30 de noviembre hubo que comer deprisa porque a las dos y media comenzaba el partido de Yugoslavia. El estadio del Estrella Roja estaba repleto de un público dispuesto a llevar a su equipo a la fase final del Mundial argentino. El tiempo difumina muchos detalles, pero a nuestra Selección le bastaba perder por la mínima para clasificarse después de ocho años de ausencia mundialista. El ambiente podía cortarse cuando se interpretaron los himnos nacionales.

Tensión máxima desde que se puso el balón en juego y malos modos, agresiones, juego sucio por parte de los jugadores balcánicos sin que los nuestros se arrugasen ante ello. A los trece minutos Pirri fue cazado alevosamente por Kustudic y tuvo que ser sustituido por el joven Olmo. El temor sobre el comportamiento del debutante se vio de inmediato que era infundado. Sus primeras acciones fueron providenciales para salvar el marco que defendía Miguel Ángel. En esos minutos Susic estrelló el balón en el larguero. Fue el único peligro.

Faltaban veinte minutos cuando un pase de Juanito desmarcó a Cardeñosa, cuyo apurado centro desde la línea de fondo lo machacó defectuosamente Rubén Cano a la jaula de Katalinic. Todos respiramos tranquilos. Bueno... menos Juanito, que al retirarse a los vestuarios fue agredido con un botellazo que le golpeó la frente. El de Fuengirola había saludado a los aficionados con un gesto imperial del pulgar marcando su derrota. Casi ningún jugador pudo salvarse de la rabia de los rivales. Fue el precio de la victoria.