Olalla de lateral y Valladolid de fiesta

Amistoso | Valladolid 0 - Real Madrid 0

Olalla de lateral y Valladolid de fiesta

Olalla de lateral y Valladolid de fiesta

fidel raso

Partido desangelado en el que el Madrid disparó dos veces al palo

Jugó Olalla, pero no subió mucho por la banda no fuera a ser que apareciera Reyes. Pavón hizo de central y Queiroz

se atrevió a cambiar a Zidane en el minuto 40 (y no antes). Zidane no lloró; el entrenador, tampoco. Beckham fue baja porque le duele la zona sacra (o culo) y debe estar 72

horas de reposo; reposo complicado, pues me imagino que no puede estar sentado y sólo puede montar en coches descapotables, piernas estiradas y la cabeza por fuera,

coleta al viento, como Enrique Franco pero en divo. Figo tampoco viajó porque se resintió a última hora de un esguince localizado en la zona de la apetencia.

El único galáctico presente en el Nuevo Zorrilla fue Zidane, al que recientemente galardonaro en Valladolid con un premio "a su talante modélico en el trance competitivo y

descollante carrera de éxitos". Imposible borrarse después de tal declaración de amor.

El resto del Madrid lo formaban chicos de la cantera, a excepción del portero César, que volvía a casa y fi rmó autógrafos, lo juro. Sin interés. El Valladolid salió con su fl amante equipo titular, pero se quitó muy pronto

la corbata, el traje y los zapatos. Vázquez sustituyó a Bizzarri en el minuto 24 (dos antes que Rubén) y en el 30 a Makukula, que había rozado el gol un par de veces y amenazaba con devorar a algún tierno canterano.

Entre los jóvenes del Madrid, los mejores eran Mejía, elegante central de Las Rozas; Jordi, ex barcelonista y licenciado en Publicidad, y el pequeño extremo Toni, muchacho con el pelo teñido de color pajizo que la pasada

temporada cada vez que marcaba un gol mostraba una camiseta en la que se podía leer: "Sexo transgresor". Esta temporada todavía no ha marcado y hay verdadera expectación por conocer su nueva recomendación.

El partido era algo más que amistoso, era sedante. Si acaso dos respingos: el primero fue un cabezazo de Portillo al larguero que le impidió gritar "me lo merezco"; el siguiente

fue una vaselina de Toni, precedida de varios regates, que terminó en el palo; en el palo que nos dio no ver su camiseta interior. Orcellet, que había sustituido a Bizzarri, estuvo muy saltimbanqui, muy de ensuciarse

a posta, y fue reemplazado por el tercer portero del Valladolid, Jon Ander. A pesar de tener tantos motivos para deprimirse, tampoco lloró.

Cuando César abandonó el campo (entre ovaciones), Portillo se pidió el brazalete de capitán, aunque a quien le correspondía era a Pavón, que no se enteró de nada porque

todavía está un poco aturdido por lo de Reyes. Con el brazalete embutido en su brazo, Portillo ganó solvencia, tanta que parecía Espartaco, los Pavones eran los esclavos

y Queiroz era Craso, insigne político romanoque acabó con la revuelta porque contaba sólo con los gladiadores A.

En la segunda parte ocurrieron más cosas.

Olalla, que había puesto un par de buenos balones a la olla, dio un plantillazo fuera de lugar a Óscar Sánchez, al que tal vez confundió con Reyes, tal es el trauma. Poco

después, fue Paredes quien se lanzó a por Moré (hijo), tarjeta amarilla, aunque bien pudo ser rojigualda.

Quien organizó el partido no debería preparar ninguna fi esta de Nochevieja porque

no recaudará ni para pagar las Mirindas. El 75 aniversario del Valladolid merecía otra cosa más seria o si era de broma haber contado con Bisbal o la mexicana del jacuzzi.

Partidos así, sin tensión ni ambiente ni gloria, no sirven ni para probar futbolistas, tan sólo para quedarse con su cara. En este sentido es de suponer que a Queiroz le resultó muy útil.