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Rally | RAC

La autopista de los peores recuerdos

Pipo López, el enviado especial de AS al Rally de Gran Bretaña, condujo el coche en el que Sainz volvió al hotel justo después de perder sus opciones al título mundial.

¡Qué manía le tengo a la autopista M-4! Por ella discurrió el que probablemente haya sido el peor viaje de mi vida en 1998, con Juanjo Lacalle sentado a mi izquierda (por llevar la contraria, los británicos colocan al revés al conductor y al pasajero), sin poder consolarle cada vez que arrancaba a llorar, y conteniendo mis propias lágrimas para no acabar estampados contra un camión. Carlos Sainz acababa de perder un título a quinientos metros de la meta.

Tampoco fue agradable el mismo trayecto hace sólo dos años. Las mismas dos personas, la misma carretera, pero circunstancias diferentes. Esta vez el madrileño, todavía con opciones de ser campeón, aunque mínimas, había decidido retirarse del rally de manera voluntaria tras atropellar a un grupo de espectadores entre los que se encontraban algunos niños.

Ayer se incorporó un nuevo pasajero al vía crucis de la maldita M-4: el propio Sainz. Tras atender con paciencia a todos los medios de comunicación, repetir lo sucedido tres veces en español, dos en inglés y una en francés, acomodado en ese asiento izquierdo desde el que desplazó a Juanjo hacia tras, Carlos dijo: "¡Vámonos, Pipo!"

"¿Qué te ha parecido lo que he dicho de mi retirada?". "Muy bien", le contesto. "Así se evitan especulaciones y dejamos de darte la tabarra del ¿cuándo te jubilas?", le reitero. "Ahora lo que quiero es salir por la puerta grande. El año que viene voy a tener el coche mucho más por la mano y voy a ponérselo muy difícil a todos", respondió Sainz.

El lento discurrir por esa maldita M-4 plagada de radares se estaba haciendo más llevadero con Carlos a bordo. Resulta encomiable que a sus 41 tacos siga con la misma ilusión que el día que debutó en el primer tramo del Mundial, en Estoril, donde marcó el mejor tiempo.

El teléfono sonaba sin parar. Carlos Gracia, el presidente de la Real Federación Española de Automovilismo, que no llegó ni siquiera a montarse en el avión en Barajas; Javier Oyarbide, uno de sus amigos, que acababa de aterrizar en un avión fletado por Citroën España; Jesús Pareja, su socio en el kárting indoor de Las Rozas y también su amigo.

Al llegar al hotel, su mujer, Reyes, su hermano, Toño, y un nutrido grupo de amigos le esperaban para hacer las maletas y volver a Madrid. "Perdona por lo que ha ocurrido, Pipo", se despedía Carlos. "¡Ni mucho menos! Tú no tienes que pedir perdón, somos nosotros quienes debemos darte las gracias".