Que siga la fiesta
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Me tuve que frotar los ojos. Lo reconozco. ¡Qué manera de ganar! Ver al equipo encadenar su tercera victoria consecutiva. Observar atónito como ganábamos holgadamente, disfrutando y haciendo disfrutar con el juego que desplegamos ante la Real Sociedad. Constatar como la afición practicaba la jubilosa ola en las gradas por una vez adornadas con bambalinas, comprendan que tratándose de esta santa filiación es más propio de una febril ensoñación o de un insospechado ataque de delirio.
No voy a entrar en diatribas absurdas sobre si el equipo presenta carencias o si el resultado fue más fruto de la debacle del rival. Por una vez quiero disfrutar del triunfo clamoroso, de la efímera gloria que propicia el ganar, de sobreponerse a la adversidad. Me alegré porque se ve recompensada la paciencia y la fe de Manzano en las posibilidades del equipo. También por los jugadores, que han empezado a creer en ellos. Y, por supuesto, por uno mismo, harto de zozobrar cada semana en el desánimo. Ser atlético propicia estas alteradas sensaciones. De vez en cuando, los sinsabores infinitos dejan un pequeño resquicio a la infinita alegría. Que siga la fiesta.