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Anne, cartera y heroína

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Las Georgias del sur se nos está mostrando como un lugar remoto casi tanto en el espacio como en el tiempo. Un pedazo de planeta que se resiste a desvelarnos si está más cerca del cielo o del infierno. Lugares así suelen asombrar con sorpresas como la de atesorar viejas reliquias de imperios coloniales. Nada más lejos de la intención de estas líneas que justificar una situación que por retrógrada no podemos sino esperar que caduque, como es el vetusto imperio británico que la ampara. Estos días, andando por estas islas, comprobamos la estúpida inutilidad de la guerra librada por argentinos y británicos por su posesión. Desoladas, desnudas de árboles, azotadas por vientos y mares feroces, enterradas en nieves eternas, estas islas son tan propicias para la vida marina como inclementes para la del hombre.

Así que pueden imaginar nuestra sorpresa cuando, nada más desembarcar en la bahía de Grytviken, donde unas treinta personas representan toda la población humana en la isla esta primavera antártica, nos encontramos con Anne. Esta simpática mujer se presentó como la cartera del lugar, y nos preguntó si teníamos pensado mandar alguna carta para España. La verdad es que nos dejó bastante desconcertados. Pero Anne consiguió animarnos recordándonos que las cartas enviadas desde este lugar son muy valoradas por los filatélicos de todo el mundo y nos fuimos a su oficina a enviar alguna postal a los amigos que nos esperan.

Mientras tanto, Anne nos contó que está en estas islas porque es una conservacionista y una amante de la vida salvaje, y para cumplir con sus sueños, se ha enrolado en el servicio postal de Su Majestad, llevando la correspondencia hasta lo más remoto del añejo imperio durante los cuatro meses más clementes. Luego, con una ceremonia y unos modales indiscutiblemente británicos, nos obsequió con un panfleto sobre Shackleton. Y uno, que ya comienza a estar chapado a la antigua, pensó en ese momento que los británicos siempre han sabido dar a las formas el significado profundo que tienen.

Esta ecologista, que bien podría ser la heroína de un cuento de Kipling, representa en el lugar más apartado y desolado de la Tierra a una tradición, una cultura y a una sociedad. Y se toma esa responsabilidad en serio, aunque nada en los alrededores le ayude a ello. Además, los británicos saben vender muy bien a sus héroes, de los que hacen prototipos exportables. Justo lo contrario de lo que hacemos nosotros. Baste recordar la boutade del señor Artur Mas mandando a competir a los deportistas catalanes a Andorra. La británica imagen del buzón rojo con la corona blanca en este rincón me pareció más amable y civilizada que la imagen impecable de este político catalán. Qué le vamos a hacer, ellos inventaron algo tan ignominioso como la piratería y nosotros algo tan digno como la guerrilla, pero al final se dieron cuenta del valor de los carteros.