Yo digo Vicente Carreño

Una joya de Jorge

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Fue la semana de los fantasmas. Luis se encargó de esparcirlos todos. Que si Manzano dijo, que si es irrespetuoso, que si yo sé más de aquí a Nueva York —¿Seguro? Este hombre debe de tener el historial plagado de Copas de Europa—, y tal y tal. Sólo entró al trapo Gil. Y la cosa se quedó en una bronca cutre, tabernaria, y pasada de moda. Si pretendía desestabilizar, pinchó en hueso. Manzano se desmarcó y el Niño, al que habían metido en medio del sórdido espectáculo, se marcó una finta y les dio una lección con sus declaraciones. A provocar a otra parte.

El partido fue una locura, nervios y nervios, el Atlético buscándose a sí mismo, atropellados, acelerados, un manicomio. El Atlético lo intentó y lo intentó. Pero sin éxito, sin acierto, sin Norte, sin cerebro —un poquito Ibagaza, muy poquito—. Y en plena desesperación salió Jorge, al que le sobra clase y ve más lejos que los demás. Cogió el mando con descaro y aportó aire fresco. Y cuando se lloraba por la mala suerte y los errores de Losantos, y Luis se relamía con el puntito, cogió el balón al borde del área. Era la prolongación, el ultimísimo segundo, el partido acabado. Se armó la de San Quintín, todos pegándose para colocar la barrera. Y Jorge con el balón, concentrado, a lo suyo. Y tarjetas vienen y tarjetas van. Y peleas, insultos, y gritos. Y Jorge con el balón, flemático, canario puro. La puso en la escuadra. Una joya. El fútbol fue justo con el Atlético. El zapatazo puso en fuga a los fantasmas. A ver si de paso se lleva los nervios y la locura. Y Manzano, majo, si la idea es juntar a los mejores en el campo, habrá que hacerle a Jorge un hueco en el equipo.

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