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Primera | Real Madrid 2 - Espanyol 1

El arte de insistir

El Madrid tardó 52 minutos en marcar. Figo falló una pena máxima l Dos tantos de Ronaldo. El Espanyol, que acabó con diez, reclama un penalti

Actualizado a
<b>RONALDO, BIGOLEADOR</B>. El brasileño marcó los dos tantos del Real Madrid. El primero llegó después de una combinación entre Raúl y Salgado.
macario muñoz, felipe sevillano, chema díaz y carlos martínez

La última imagen del partido nos deja un Espanyol doliente que acaba de conseguir un gol (cuestión casi milagrosa visto el percal) y no tiene tiempo ni de levantar los brazos ni de sacar el balón de la portería de Casillas pues dos segundos después suena el pitido final. El equipo se retira del campo sintiéndose víctima del resultado y del árbitro, del mundo y de la suerte; tantas ganas tienen de abrazarse con alguien que se abrazan a los del Madrid. Incluso Clemente El Terrible parece Calimero en la conferencia de prensa, qué duro es ser pobre, payo. Esto da un poco de pena, no lo vamos a negar.

Entre lamento y lamento, el Espanyol esgrime sólidos argumentos: con 1-0 en el marcador Bastía cayó dentro del área parece que trabado por Pavón, en una jugada que daría para una tesis doctoral: que si el contacto que si la intención. Y hay más: en el segundo gol del Madrid, Ronaldo rondaba el fuera de juego si es que no se zambullía en él, depende de lo que entendamos por 20 centímetros, asunto peliagudo que divide a hombres y mujeres desde la invención del sistema decimal e incluso antes.

Balance total. Bien, siendo comprensibles estas reclamaciones, incluido lo duro que es ser pobre, resulta excesivo, por no decir injusto, resumir con ellas el partido pues se trata de dos acciones aisladas en los últimos 15 minutos. El resto del tiempo fue un dominio absoluto del Madrid repleto de ocasiones y paradas imposibles de Lemmens, más un monólogo que un combate, Cinco horas con Mario o 90 minutos con Javi, que viene a ser lo mismo, igual de agotador. Es importante no confundir el último olor con la fragancia general y mejor será que no utilicemos metáforas en este caso.

Clarificado este punto (espero), hay que recordar que Queiroz volvió a sorprendernos con una alineación inesperada en la que sacrificó a Raúl Bravo, uno de los futbolistas más destacados en los últimos partidos y además su aportación más personal al equipo, su único toque de autor. Su lugar lo ocupó Helguera, que venía de jugar un buen partido en Oporto como centrocampista (gol incluido) y de admitir en este periódico que se siente medio. Y siguiendo con el movimiento de piezas, Guti, un tanto perdido últimamente, jugó en el doble pivote con Beckham. Como se puede apreciar, los caminos del señor (Queiroz) son inescrutables.

No obstante, en un encuentro como el de ayer el Madrid podía permitirse casi cualquier cambio. El planteamiento del partido era muy simple: los que atacaban contra los que defendían. Para cumplir su misión, cada equipo podía utilizar las armas que considerara oportunas, pero no estaba bien visto cambiar el guión, es decir atacar si te tocaba defender y viceversa.

El Espanyol, que tenía claras las reglas y si mandó a Raúl Molina extramuros fue para únicamente despistar, basó su fortín en una presión asfixiante que rozaba el magreo. En tal cometido destacó Wome, uno de esos tipos que valen por un regimiento mecanizado o una cadena de ferreterías. Cada vez que Michel Salgado chocaba con él era como si se cayese de un tercero. Por eso tiene más mérito aún que el gallego se convirtiera una vez más en el mejor futbolista del Madrid, no sólo por su constancia, sino también por intención, por juego y por llegada. Nos rendimos ante él incondicionalmente (aunque nos ha costado, lo admito).

El primer gol, el que abrió la lata, nació de una jugada de Michel Salgado, que se internó en la trinchera enemiga, despistó a Wome, que en ese instante chocaba con otro, y vio el desmarque de Raúl. Luego vino el engaño del delantero y el pase mortal a Ronaldo, que hasta entonces no había hecho absolutamente nada y cuando Ronaldo no hace nada es como si jugara con chanclas. Eso sí, al final mete dos goles y te dan ganas de comprarte unas chanclas.

Otra acción polémica. Muy poco después llegó la jugada más reclamada por el Madrid. Lemmens se disponía a sacar un balón con la mano y Raúl amagó con taponarle. Como consecuencia de eso al portero se le escapó la pelota y el capitán la metió dentro, en plan ratonero. El árbitro lo anuló porque no se puede entorpecer al portero en esas situaciones. Otra vez que si el contacto, que si la intención. Nada que objetar, aunque se objetó.

Después vino el penalti de Jarque por carga ilegal a Roberto Carlos, el fallo de Figo, el gol de Ronie tras pase amoroso de Beckham, el beso en la calva y el partido en plan venenoso porque después de estar muy claro dejó de estarlo. Los últimos minutos se fueron espesando y se llenaron de jugadas extrañas, entre ellas el presunto penalti a Bastía y el gol de Alex. Esos instantes fueron los que cambiaron el tono general del partido, hasta entonces heroico en el ataque y en la defensa.

En estos casos se suele hablar de la importancia del mono de trabajo, pero es mentira, porque así se vistió el Espanyol. La diferencia está en insistir en no perder o en insistir en ganar.

Se cumplió el deseo de Valdano

El 5 de septiembre, Valdano dijo en AS que quería ver a Guti de mediocentro. Ayer se cumplió su deseo.