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El barro de la realidad

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Hace unos días fallecía Leni Riefenstahl a los 101 años de edad. Buena parte de tan larga vida se la pasó esta gran artista, clave en el desarrollo del cine documental, y del cine de montaña, defendiéndose de haber colaborado con el régimen nazi. Sus documentales ‘El triunfo de la voluntad’, sobre el congreso nacionalsocialista celebrado en 1934 en Nuremberg, y sus dos películas sobre los juegos olímpicos de Berlín son considerados como asombrosas obras de arte cinematográfico, de las que muchos hemos aprendido. Pero también fueron eficaces agentes propagandísticos de una ideología genocida que sumió a Europa en la peor de sus tragedias. Era patético oír una y otra vez cómo Riefenstahl afirmaba que ella sólo era una artista y que no sabía nada de lo que tramaban los nazis.

En Alemania, como ocurre ahora en Euskadi, mucha gente miró hacia otro lado. Resultaba penoso ver a alguien, tan inteligente y brillante como Leni, haciéndose pasar por tonto para eludir la responsabilidad de sus obras. Los que nos dedicamos a hacer documentales trabajamos con un material tan delicado como muy contaminante: la realidad. Y para manejarlo creo que sólo disponemos de la honestidad como traje protector. Honestidad, que no objetividad, una palabra detrás de la que se suelen parapetar los que temen declarar sus propias convicciones. Ha dicho Julio Medem, a propósito de su polémico documental ‘La pelota vasca. La piel contra la piedra’, que él ha querido mantener un "ojo de pájaro" para sobrevolar el tema de la violencia en el País Vasco. Por supuesto, no voy a juzgar una película que todavía no he visto, pero sí creo que resulta cuando menos equivocado partir de este presupuesto para abordar un documental. Por el contrario, considero que resulta imprescindible no tener miedo a mancharse las manos con el barro de la realidad y de las propias ideas. En definitiva, ser honesto.

Así lo demuestra el autor de un excelente documental de reciente éxito, ‘Bowling for Columbine’. Su creador, Michael Moore, no oculta en ningún momento de qué lado está, pero eso no le impide crear un excelente documental en el cual ofrece la voz a todos los sectores implicados en el tema de la libertad de tenencia de armas en los Estados Unidos. Y si de lo que estamos hablando es de víctimas y verdugos, de quienes sólo oponen la palabra a los que tiran de pistola y bomba como único argumento, de quienes defienden que todos tengan posibilidad de pensar frente a los que quieren obligar a todos a pensar como ellos, la equidistancia ya no sólo parece un error sino más bien una actitud poco ética. Por fortuna para Medem, no han ganado los de la pistola y él puede estrenar su película sin problemas, más allá de alguna torpe afirmación de ciertos políticos de la derecha, y los demás podremos verla y discutir sobre su contenido. Y Medem no tendrá que pasarse el resto de su vida haciéndose pasar por tonto como Leni Riefenstahl.