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La Diosa y Juanito

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Si hay una persona que haga bueno el dicho de que la vida se forja con las propias manos, con nuestro esfuerzo, si tuviera que elegir a un hombre que encarna el prototipo de quien se ha hecho a sí mismo, elegiría a Juan Oiarzábal. Hace pocas horas recibí su llamada desde el campo 2 del Cho Oyu. Ya sabíamos que había pisado la cumbre de la Diosa Turquesa —eso significa Cho Oyu— después de cuatro días de una durísima ascensión en solitario. Por teléfono se coló el Juanito de siempre, la mejor evidencia de que estaba bien. Su timidez, escondida detrás de un disfraz de simpático gigante gruñón, seguro que le llevará a esquivar los elogios.

Pero lo cierto es que el Cho Oyu es su 19ª ascensión a un ochomil. Sólo el sherpa Ang Rita cuenta con similar número de cimas, pero con una diferencia importante, pues las consiguió todas en sólo cuatro montañas mientras que Juanito ha ascendido las 14. Para entender la gran dimensión de la carrera de Juanito hay que enmarcar esta escalada dentro de su febril actividad en los últimos meses. En poco más de un año ha intentado el pilar oeste del Makalu, ha ascendido el Gasherbrum II y el Hidden Peak y ha pasado dos meses de un invierno inclemente al pie del Broad Peak para intentar la escalada invernal del primer ochomil en el Karakorum.

En definitiva, si Juanito sólo buscara el récord no tendría en su haber la travesía del desierto del Taklamakán, o dos frustrados intentos al pilar oeste del Makalu. Me consta que se encuentra en el Cho Oyu por lealtad a nuestro amigo Gumersindo Ibáñez y que su cabeza ya se encuentra en el Desierto Líbico y en el K2. Pero mientras tanto, hace lo que mejor sabe: subir altas montañas.