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Ciclismo | 16ª etapa

Prueba superada

Heras sólo araña 53 segundos a Nozal en la ascensión a Sierra Nevada, donde hubo menos guerra de la prevista. Félix Cárdenas fue el ganador de la etapa

Actualizado a
<b>FALTAN FUERZAS.</B> Heras y el Kelme lo intentaron en Sierra Nevada, pero las energías andan ya muy justas a estas alturas.
farnck fife / afp

Félix Cárdenas, ganador ayer, es una especie en vías de extinción. Primero por ser colombiano y escalador, estirpe que proliferó en los 80 y que ha desaparecido misteriosamente en nuestros días, como el periquito alipunteado o el olmo europeo. Segundo por ser colombiano y llamarse Félix, nombre que, por clásico, está en desuso en parte de Hispanoamérica (y España), fascinada por todo lo que suena a inglés.

De hecho, los hijos de Cárdenas se llaman Kevin Rogers, el mayor, y O’Grady, el pequeño. En el caso del primogénito, el ciclista explica que se lo puso para que cuando papá gritara su nombre no se giraran otros compañeros de clase. Intento fallido, porque gritar Kevin Rogers es un buen motivo para que se gire gente de toda edad y condición. En el caso del pequeño fue un homenaje al australiano O’Grady, que llegó a ser líder en el Tour de 2001, cuando Cárdenas ganó una etapa. O’Gradito debía ser ayer un bebé feliz.

Esta incursión por los Cerros de Úbeda (donde se perdió un soldado de Alfonso VIII con una aldeana, en lugar de vigilar a los moros; desliz que le hizo eterno) oculta la profunda decepción que dejó la etapa de Sierra Nevada, en la que no sucedió nada heroico. Tal vez porque ya estamos en el punto virgencita que me quede como estoy.

Heras, del que se esperaba un ataque lejano, lo intentó en las faldas del puerto, pero dio la impresión de que lo hacía por fichar. Si su equipo marcó el ritmo al principio fue sólo porque mantiene los gestos del Tour, sólo eso, ni fuerzas, ni concentración, ni ánimo, ni tampoco, me temo, jefe. En días así uno recuerda las palabras de Armstrong: "Heras me ayudará a ganar el Tour y yo le ayudaré a ganar la Vuelta". Bien, pues ya le debe tres.

Sin duda, el corredor más activo en la ascensión fue Sevilla, recuperado físicamente y espoleado por su éxito en el Interviú, que le abre a un nuevo mundo de sensaciones. Suyos fueron casi todos los ataques y a ellos se sumaron los que pasaban por allí, hasta formar el grupo definitivo: Mercado, Cárdenas, Atienza, Valverde y el propio Sevilla.

El error. Con esa situación de carrera, Kelme se equivocó. Belda apostó por mejorar la clasificación general de Valverde (a tiro de podio) antes de que Sevilla luchara por la etapa. Y digo que se equivocó porque ser tercero no puede ser jamás un objetivo en sí mismo, sino la consecuencia de una buena actuación. Sevilla tampoco lo entendió y se arrancó el pinganillo (el sonotone, no se asusten). Con todo lo que ha penado, merecía otra cosa. Al final, no hubo ni podio ni etapa y Valverde fue penalizado con 20 segundos por avituallarse en los últimos diez kilómetros, curiosa regla (y muy humana).

Aprovechando el buen rollo, Cárdenas, que ya ganó una etapa de la Vuelta en 2000, se escapó del grupo, capturó a Mercado, que marchaba por delante y venció con justicia, porque ya sumaba dos segundos puestos.

Heras volvió a atacar a falta de cuatro kilómetros y aventajó en sólo 53 segundos a Nozal e Igor. Ya es tercero en la general, en perjuicio de Beltrán, su compañero de equipo.

No diremos que la Vuelta ha terminado ni que le sobra una semana, porque todavía nos esperan nuevas emociones, aunque no soy capaz de imaginarlas. Aún nos queda la Sierra de Madrid, donde siempre pasaron cosas. Yo, por ejemplo, me eché una novia en Cercedilla.