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Ciclismo | 9ª etapa

Llegó el futuro

Ganó el prometedor Valverde y Nozal confirmó que tiene la Vuelta a tiro

Actualizado a
<b>ACABARON LOS PIRINEOS.</B> La primera cita de la Vuelta con la alta montaña sirvió para ratificar el liderato de Isidro Nozal.
franck fife / afp

Ayer se confirmó. Asistimos al nacimiento de una maravillosa generación de ciclistas sin traumas post-Indurain. Son jóvenes que no están lastrados por el peso de la historia, por esa sensación de que nada volverá a ser nunca tan hermoso, gente liberada, dispuesta a saltarse las reglas y con ellas esa tradición de directores paternalistas que tanto lo quisieron controlar todo que controlaron hasta el pensamiento, maldito pinganillo.

Los ciclistas ya no son Paco Martínez Soria de visita en la ciudad, aunque todavía haya quien los trate así, e incluyo a ciertos periodistas. Esa supuesta desprotección les hizo cobijarse casi en cualquier sitio, de mecenas casposos a médicos truculentos. Y por ahí vinieron tantos problemas. Pero ahora se comienza a detectar un cambio, los corredores, todos, no sólo Armstrong, empiezan a tener conciencia de artistas, el primer paso para que manden ellos en su deporte.

Ese es el aire que trae la nueva generación. Y los rizos de Nozal son un símbolo de la insumisión. También lo es su actitud, generosa pero valiente, divertida, fresca, muy alejada de ese sentimiento trágico de la vida que parece rodear a una parte del ciclismo y que espanta a los patrocinadores. Viéndole a él (y a Perdi) uno diría que ha triunfado el periquismo y esa es una gran noticia, porque aquellos otros rizos (ahora es más lacio) provocaron la primera revolución.

Nozal volvió a tener ayer un comportamiento fabuloso en la última etapa pirenaica. Bajó a por agua, respondió a los ataques y fue capaz de frenar al grupo de favoritos cuando se descolgó Igor. Este tipo se comporta como un campeón. De hecho, no sólo no perdió tiempo sino que en meta sacó ventaja a escaladores como Heras y Beltrán.

Yo entiendo que haya directores a los que les moleste no tener razón, o que les haga más ilusión la general por equipos que la individual, pero con Nozal delante ya no se puede mirar hacia otro sitio. Es un error pensar que las estrellas no nacen de un día para otro, porque así nacen, de un día para otro, una mañana te levantas distinto porque alguien cree en ti o porque crees tú. El único que se anunció e hizo luego una gran carrera fue Mozart.

Los ataques. La etapa no se movió hasta la larguísima ascensión a Envalira, un puerto-autopista nada glamuroso y muy poco propicio para otros ataques que no fueran de ritmo sostenido. La organización, realmente innovadora en otras cuestiones, no ha estado muy imaginativa en estas últimas llegadas en alto (ni en la crono de Zaragoza), todo hay que decirlo.

El caso es que allí lo intentaron de todas las formas posibles Unai Osa, Piepoli y Cárdenas, héroes sin recompensa (ya les vendrá). También tensaron la cuerda, sucesivamente, Rasmussen, Luis Pérez, Heras y Aitor, sobre todo Aitor, que se dejó la Vuelta en el Fito y en las dudas de después, ahora lo sabemos nosotros y ahora lo sabe él. Pero en cada túnel excavado se colaba Nozal, descaradamente entero, un poquito cortado, pero no mucho, con pinta de tener más fuerza de la que estaba enseñando.

A golpe de hacha y de viento (cómo sería el puerto que había hasta abanicos), se llegó al último kilómetro y así se resolvió la etapa, con Frigo que ataca y Valverde que, harto de camuflarse, se destapa y se presenta al mundo como lo que es, el joven más prometedor, tal vez, del ciclismo mundial: 23 años, sprinter, escalador, llaneador y un currículo del grosor de Los Pilares de la Tierra. Y, sobre toda las cosas, la que más le empujará, un mote romántico y novelesco: Bala verde.

No es común que un talento se anuncie tanto y cumpla con tanta precisión los plazos. Aunque Mozart lo hizo y su bici era un piano.