Beckham, el roto y los canteranos

Beckham, el roto y los canteranos

Se acentúa la sensación desde la tribuna de que el socio acude al estadio como si fuera a la ópera. Por mucho que den la tabarra los ultras, los aficionados no botan, ni cantan y tampoco silban. Simplemente disfrutan. Y lo hacen con el convencimiento de que el juego colectivo es secundario. Esperan fogonazos mágicos, jugadas imposibles, goles con definición elegante. El resto de tiempo lo pasan debatiendo sobre sesudas cuestiones. La más comentada, ahora que la plantilla se ha quedado corta y acechan las lesiones, es sobre canteranos. La aseveración popular dice que para los apurillos no previstos y los minutos de basura, mejor Núñez o Borja que McMannaman, Celades o Munitis. Y encima, con lo que cobraban esos tres, pagan un Ronaldo y medio. Aplastante teoría que no seré yo quien rebata.

Otro de los debates, entre taconazo y taconazo de Zidane o desmarque de Ronaldo, es Beckham. El inglés ha entrado por el ojito derecho. Los errores se le perdonan, los pases milimétricos se celebran y, como asunto estrella, se comenta lo mucho que lucha, lo bien que se ha adaptado, las ganas de agradar. Vamos, que le ven como una joyita. Es más, alientan su espíritu guerrero, que meta siempre el pie. Y en eso estábamos, cuando miré al marcador y ya iban siete. Todo un roto. El chistoso de turno me preguntó sobre qué le habían dado de cenar en la boda a Raúl. Le aseguré que ese no era el motivo de los tres goles. Por cierto, Raúl ya sonríe casi igual que Beckham. Igual logramos que hasta Figo acabe la temporada regalando besos.