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Subir el ánimo

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Mi buen amigo Manuel Toharia habla con frecuencia de la serendipidad como uno de los más importantes y atractivos aspectos de la ciencia. Con este término, proveniente del inglés serendipity, se definen aquellos hallazgos científicos que le surgen al investigador casi por casualidad mientras buscaba otro resultado. Algo de esto les debe de haber ocurrido a los responsables de un experimento que ha unido dos elementos tan aparentemente antitéticos como el fármaco Viagra y el mal de montaña. Hace unos días se han dado a conocer los sorprendentes resultados de un experimento que ha demostrado nuevas bondades de esta legendaria pastilla —que tanto ha hecho por levantar la autoestima de tantos desesperados a punto de arriar para siempre su enseña— para mitigar los efectos del mal del altura.

Con este nombre, que se debe al jesuita español Acosta en el siglo XVI, se conoce a los perniciosos efectos que produce la altitud en el organismo: dolor de cabeza, náuseas, agotamiento extremo, somnolencia. El mencionado ensayo científico consistió en subir en helicóptero a un grupo de doce jóvenes alpinistas hasta el refugio Vallot, situado a 4.300 metros de altitud en la vertiente norte del Mont Blanc. Esta repentina ascensión provocó en todos ellos la aparición del mal de montaña. A seis de los afectados se les suministró Viagra, mientras que a los otros seis se les proporcionaba un placebo. Los que habían recibido la famosa pastilla azul experimentaron una clara mejoría respecto a sus otros compañeros.

Lo que ya no cuenta el artículo es si se produjeron otros efectos serendípicos en el grupo de cobayas que hiciese, por ejemplo, brotar una bonita historia de amor en las alturas. Tengo también noticias de que un alpinista, por cuenta propia, decidió hacer un experimento similar en el Everest llevándose consigo unas cuantas Viagras para la ascensión, con excelentes resultados, al menos en lo que se refiere a la escalada propiamente dicha. Al parecer, lo que hace este medicamento en altura es lo mismo que en horizontal. Actúa como un vasodilatador que aumenta la circulación de la sangre, que en este caso, ayuda a paliar la falta de oxígeno en los pulmones, en circunstancias tan críticas.

De todas maneras deberemos ser precavidos ante estas noticias pues se trata de un experimento a todas luces insuficiente y que requerirá muchos más estudios antes de dar por sentadas las bondades del medicamento para la escalada. Nada se dice de posibles efectos secundarios, como, por ejemplo, el edema cerebral. Sin duda cualquier cosa que suba el ánimo es fundamental para triunfar sobre una gran montaña. Pero se me ocurren pocas situaciones más inquietantes para una expedición que un puñado de alpinistas en celo pululando por un campo base. Y sin dolor de cabeza. Cada vez nos lo ponen más difícil.