Alternativa blaugrana
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Año nuevo, inflación anunciada y costumbres heredadas. Las sociedades anónimas parecía que iban a revolucionar el fútbol pero, pasados tres lustros, los clubes siguen siendo un fiel reflejo de quien los dirige. El modelo Florentino marca la pauta. Siete títulos en tres años le avalan. En Valencia ocurre lo de siempre: la grandeza de su afición no se corresponde con las peleas barriobajeras de los que mandan. Es un poco lo que le lleva ocurriendo al Atlético desde mediados de los ochenta. Los que están en el peldaño inferior, Betis o Athletic, no evolucionan, bien por el freno de la tradición, bien por el quiero y no puedo de los andaluces. La excepción, en resultados y gestión, llega de Donosti.
Pero la lupa hay que dirigirla en este comienzo al Barça. Si nos fiamos por su debut en San Mamés, diríamos que un año más nos quedamos sin candidato, pese a la victoria. Pero no, ahí hay algo más. Insisto en que los equipos son el reflejo de sus presidentes. Laporta alimenta esa imagen del Kennedy catalán. Joven, atrevido, hereje del nuñismo, azote opositor, enamorado de Cruyff, frío para asumir la ruina heredada, pero innovador para no perder el tren de la mercadotecnia. Y ambicioso. Quiere títulos ya, por eso ha fichado con cordura y valentía. Tómenle en serio.
