El Capitán Trueno
No me negarán que alguna vez han soñado con poder subirse al artefacto aerostático del Capitán Trueno junto a Goliath, Crispín y la princesa Sigrid rumbo a una de sus trepidantes aventuras. Perdón; creo que estoy dando por supuesto que todos los lectores de estas líneas saben de quién estoy hablando. Pero en lo concerniente a los héroes que nos agitaron el corazón y la imaginación en la infancia se producen abismos que muy pocos personajes de ficción consiguen superar. Para aquellos jóvenes que no conozcan a este caballero andante y paladín de causas justas les diré que el Capitán Trueno fue el personaje de tebeo (lo de llamarlo cómic llegó bastante después) más rutilante en este país en las décadas de 1960, 70 y parte de los 80. Incluso les plantó cara a los todopoderosos súper héroes Marvel y demás colegas que inundaban los quioscos desde el otro lado del Atlántico.
Tanto o más que los mapas y los atlas, las aventuras del Capitán Trueno eran puertas por las que se colaba el mundo con la fuerza de un tornado en nuestras habitaciones de infancia, que se convertían en junglas impenetrables, desiertos e imperios legendarios. He tenido la suerte de hacer realidad muchos de esos viajes antes soñados, pero he de reconocer que no han sido tan trepidantes y tormentosos como los que hice con la imaginación siguiendo a Trueno y sus amigos. Para los que estén arrugando el ceño de progresista suspicaz, me apresuro a afirmar que el Capitán Trueno es un héroe moderno. Nada que ver con carpetovetónicos como el Guerrero del Antifaz o los pedantes Roberto Alcázar y Pedrín. Trueno y sus compañeros de aventuras, creados por Víctor Mora, luchaban siempre en favor de la justicia y de los más débiles.
Estas historias mostraban un gran respeto por otras culturas y formas de pensar y no se cansaban de desenmascarar las supercherías. Los tiranos de toda laya con los que se encontraban debían temblar ante su presencia, pues a buen seguro que su reinado de oprobio y terror iba a acabar. Y eso de derrocar tiranos, aunque fuera en países remotos, sonaba a gloria en aquella España pacata y amordazada. Pero, más allá de mensajes más o menos subliminales o criptopolíticos, abrir una nueva entrega de las aventuras de este héroe suponía incitar a tu imaginación a un gran viaje. Siguiendo sus peripecias, lo mismo nos encontrábamos en medio del ejército de Gengis Kan que en las heladas tierras de Thule, patria de la princesa Sigrid, su eterna e intrépida novia, y nuestra primera novia aunque sólo fuera en sueños.
El mosaico de nuestro destino se forma con pequeñas teselas cuyo origen, en ocasiones, hemos perdido en la memoria. Pero, sin duda, todos los que una vez disfrutamos de sus aventuras tenemos en una de ellas dibujado el rostro del Capitán Trueno.