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Una elección difícil

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Como siempre que llegamos a Pakistán, entre los primeros placeres que disfrutamos está la visita a los amigos de la embajada española. Alrededor de una buena mesa y una mejor conversación intercambiamos noticias y novedades sobre lo que pasa en ambos países. Y seguro que me creen si les digo que en estos días que corren se nos amontonan los temas de conversación. En una de esas charlas, los amigos de la legación compartieron con nosotros su preocupación y tristeza porque muchas veces se sienten incomprendidos cuando algún alpinista español sufre un accidente fatal en las montañas de Pakistán. Cada vez es más frecuente que los desolados familiares se pongan en contacto con nuestra embajada exigiendo que recuperen el cuerpo de su ser querido a toda costa. Parecen no ser conscientes de que es físicamente imposible que un helicóptero vuele por encima de los 7.000 metros de altitud; ni de que si sus compañeros de escalada no han podido hacer nada por él estando a pocos metros, difícilmente podrán hacerlo los miembros de la embajada, que se encuentran a cientos de kilómetros.

Luego están los buitres que siempre están al acecho de una buena oportunidad de lucro y exigen unas tarifas para realizar el hipotético rescate que pueden rondar los 90.000 dólares, una cantidad que ningún seguro puede cubrir. Los amigos de la embajada se han quedado estupefactos en alguna ocasión cuando, tras explicar todos estos impedimentos, se les ha exigido que sea la propia embajada quien pague el rescate e incluso se les ha llegado a amenazar con denunciarles al Defensor del Pueblo si no lo hacen. Sin duda, ellos son los primeros en comprender estas actitudes, nacidas de la desesperación, el dolor y el desconocimiento de lo que supone escalar una gran montaña. Por ello creo que lo más razonable, por doloroso que pueda resultar, es que todos los que nos dedicamos a escalar los gigantes de la Tierra en lugares muy lejanos hayamos hablado antes con nuestros familiares sobre qué es lo que deben hacer en caso de producirse un accidente. Así les ahorraremos sufrimientos añadidos en unos momentos tan dramáticos.

La mayoría de los alpinistas comparten la idea de que lo mejor es dejarles en la montaña. Es el lugar que han elegido para estar y, como dijo Sommervell, compañero de Mallory, una gran montaña es el "más bello sepulcro de la Tierra". Pero además es una acto de solidaridad para con los compañeros. Muchas veces el rescate de un cuerpo puede poner en serio peligro la vida de quienes lo están llevando a cabo. Por un herido la obligación moral es arriesgar hasta el límite para rescatarlo, pero no parece sensato hacerlo por un cuerpo. Es muy comprensible el deseo de traer de vuelta a casa a un ser querido. Pero quizá les ayude pensar que la montaña es el otro hogar que él había elegido para vivir su vida en plenitud, lo cual implica asumir todas las consecuencias.