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La zona de la muerte

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Cuando estén leyendo estas líneas, un grupo de mujeres y hombres estarán traspasando la última frontera. Una imperceptible línea, en torno a los 7.300 metros, que delimita lo que se ha dado en llamar la zona de la muerte. Edurne, Juanito, Marianne, Josu y José Ramón, montarán el último campamento, en las laderas del Hidden Peak. Será el lugar desde el que intentarán llegar a la cima de su segundo ochomil en unos días.

Para Juanito supondrá, de conseguirlo, su decimoctava ascensión a una montaña de más de ocho mil metros. Para Edurne, la cima del Hidden sería el sexto ochomil de su carrera, lo que la convertiría en la alpinista española con más cimas de estas características de todos los tiempos, y en la cuarta a nivel mundial. Si además José Ramón vuela en parapente y Josu hace (como siempre) un excelente trabajo con la cámara, será una de nuestras expediciones más felices de los últimos tiempos. Pero todavía les queda lo peor. Hoy han llegado derrotados al campo dos, a seis mil quinientos metros, después de haber salvado mil quinientos metros de desnivel. Un esfuerzo que, a esa altitud, bien puede equipararse al de la etapa de Alpe d´Huez, por aquello de buscar un paralelismo con la actualidad deportiva más rabiosa.

Pero para desgracia de mis compañeros, al acabar hoy la jornada nadie irá a recogerles para llevarles a un buen hotel (aunque fuera la fonda de la pulga les encantaría, se lo puedo asegurar), ponerles en manos de los masajistas y médicos y recuperarles para mañana. Hoy han tenido que derretir nieve y así poderse comer una poco atractiva sopa caliente, lo que supone horas de trabajo añadidas. Y esta noche lo más probable es que no duerman mucho. El lugar donde tienen las tiendas lo conozco muy bien. Cuando estuve allí por primera vez (también era mi primera vez en el Himalaya) estuve a punto de perder la vida al caerme en una grieta cuyo fondo ni veía en la oscuridad helada que colgaba de mis pies. El viento hace que dentro de la tienda parezca que vas a salir volando camino de China. Lo normal es que la inquietud por lo que te espera al día siguiente, el miedo inevitable, y el ruido de la lona de la tienda restallando no te deje pegar ojo.

Así que mañana, con un tiempo dudoso, iniciarán la etapa más peligrosa. En la zona de la muerte no se puede estar durante mucho tiempo. Sólo la voluntad puede ponerte en marcha para vencer ese cansancio infinito, ése que reflejaba el otro día la cara del magnífico ciclista que es Ullrich, para poder dar un paso y luego, lentamente, otro y otro más. La diferencia es que mis amigos no podrán dejar de dar pedales. No se podrán bajar de la bicicleta por más que su vida esté en juego, nadie les montará en un coche escoba, nadie les aplaudirá para darles ánimos cuando más cansados vayan. Mañana cruzarán esa raya en la que todo se decide. Luego les quedará un día más de esfuerzos al límite y dos días de bajada para llegar a la seguridad del campo base. ¡Ojalá esta vez todo nos salga bien!