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Segunda B | Cádiz 2 - Logroñes 1

Sambruno provoca el delirio en Cádiz

Su gol a 11 minutos del final acerca a los de Jose al ascenso. El Logroñés apretó, pero los amarillos supieron frenar sus acometidas

José Manuel Olías
<b>MÁS CERCA</B>. Sambruno corre a celebrar con sus compañeros el gol de la victoria ante el Logroñés.
marcos

Es algo intrínseco a la filosofía del Cádiz. El sufrimiento es una seña de su identidad. Se padece... pero se gana. Como ayer al Logroñés (2-1). Un partido angustioso, áspero, con muchas aristas, que acabó decidiendo un arrebato de casta de Sambruno, que cazó un balón que parecía perdido para marcar un gol mágico. Ruge el Carranza, la Segunda está más cerca.

Suele ocurrir en las liguillas de ascenso. A medida que avanzan se ven mejores partidos. El miedo a perder de las primeras jornadas se diluye por la necesidad de ganar. Véase el Logroñés. Salió con mentalidad ofensiva, decidido a por los tres puntos, por la vía que fuera. Si hacía falta, la del aplastamiento. Al límite del reglamento, con duras entradas y con provocaciones, especialmente sobre Palacios. Eran comprensibles. La exhibición del fino zurdo amarillo en Las Gaunas había calado. El mensaje de Abadía era claro: "Paren al 10". En cinco minutos de locura, del 10 al 15, Sergio Cruz remató al suelo cuando estaba mano a mano con Javi Fernández, Armando realizó un soberbio paradón a Jordi y, acto seguido, una galopada de Sergio Cruz dio origen al primer gol. Controló, llegó hasta la línea de fondo, la puso atrás y Suárez la dejó en el punto de penalti. Palacios, el 10, apareció sin avisar.

A partir del tanto, el encuentro se enmarañó demasiado. La esquizofrénica actuación de Tárrega Sánchez ayudaba. En vez de transmitir serenidad aumentaba el caos. Gasolina al fuego. Y el partido se quebró. Constantes interrupciones, duras entradas por uno y otro bando (más en el Logroñés) y un penalti no señalado por agarrón de Dulce a Sambruno a la salida de un córner. Un disparo de Navarrete que Álex Fernández sacó bajo palos y rozó el larguero frustró el gol de la tranquilidad. Había que sufrir.

Y se sufrió. Abadía introdujo al joven extremo Isaac en el lugar de Tito, lo que le dio mucha profundidad por la banda derecha. Y de sus botas nació el gol de empate. Una internada suya derivó en un pase atrás que sólo encontró, maldita suerte, a Varela. Fueron momentos de desconcierto, de un Carranza callado. Pronto despertó. Y al abrigo de su aliento, el Cádiz se enganchó de nuevo al partido. Una falta desde la banda izquierda fue peinada por Pavoni y remachada por Sambruno. Probablemente, en fuera de juego. Seguramente, el gol del ascenso.