Un derby especial
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Todos los derbis tienen una dosis de singularidad especial, pero éste mucho más. Cuando salten al césped, los titulares de ambos equipos serán muy conscientes de que en juego no sólo está ganar al eterno rival. Ellos tendrán noventa minutos por delante para salvar toda una temporada. Se lo juegan todo a una carta y necesitan, en el caso de que la Real Sociedad no falle en Vigo, el oxígeno de una victoria para llegar vivos a la última jornada. Lo nuestro es más un rearme moral y una dosis extra de autoestima que otra cosa. Ganándoles no vamos a cambiar el triste sino de esta funesta y aciaga temporada del Centenario, pero al menos la afición se verá reconfortada con el hecho de haber infligido al rival por excelencia la más dolorosa de las derrotas.
Ganar al Real Madrid, sea cual sea la circunstancia del choque, es una prioridad para los que nos confesamos rojiblancos. Es un eterno ejercicio de reafirmación sobre nuestra devaluada condición de grande y un acto de fe en nuestras imaginarias posibilidades. Supone, además, desempolvar nuestros eternos complejos y revitalizar un orgullo demasiadas veces mancillado. La ocasión se presenta propicia para que una deseable victoria nos haga levantar una cabeza que, tanto los hechos deportivos como los extradeportivos, nos han obligado a llevarla gacha en los últimos meses.